jueves, 25 de agosto de 2011

Reconcilio y celebro mi cuerpo

Qué mucho oramos por paz en el hogar, paz en nuestra comunidad y paz en el mundo. Sin embargo, ¿por qué estamos en guerra con nuestros propios cuerpos?

Vivimos en una sociedad obsesionada con cuerpos esbeltos, sin arrugas ni pellejitos colgando y mucho menos canas. Cada día más y más productos están accesibles al público para bajar de peso rápido y sin mucho trabajo, otr@s hacemos ejercicios hasta la saciedad. Las cremas y ungüentos para tonificar o encoger las células de la piel para que no se noten arrugas y productos químicos que se encargan de cubrir cabellos blancos son la orden del día cuando se pasa de cierta edad. Vivimos en constante guerra con el curso normal de la naturaleza y total negación de la realidad de nuestros cuerpos. Si tenemos el cabello rizo, lo queremos lacio, si tenemos el cabello abundante, lo entrecortamos, si tenemos el color de los ojos oscuro, usamos lentes de contacto para hacerlos de otro color. Si entramos en la cantidad de cirugías comésticas para hacer cuerpos ¨a la medida¨ ni se diga.

Qué mucho estamos cargando insatisfacciones y asuntos si resolver con relación a nuestros propios cuerpos y por ende, cargamos heridas emocionales que pueden resultar en baja autoestima. Yo recuerdo con dolor los nombres que me decían en la escuela intermedia, época en la que sufría de un acné terrible, no sólo dejando marcas en la piel de mi cara que hasta hoy llevo, sino recordando la tristeza del sentimiento de rechazo que causaron.

Hoy yo quiero hablar del cuerpo, porque teológicamente afirmo que somos espíritu, alma y cuerpo. Aún así, hay una mentalidad en muchas iglesias y comunidades cristianas que dice que nuestros cuerpos entorpecen nuestro crecimiento espiritual. Todo lo relacionado al cuerpo, es considerado carnal, por ende nos separa de lo espiritual y de Dios.

Interesantemente el apóstol Pablo en su carta a l@s Gálatas aclara algunos de nuestros malos entendidos con relación a lo que entendemos erróneamente como ¨carnal,¨ haciendo una lista que de cosas que ni siquiera están relacionadas con el cuerpo:
¨adoran ídolos y practican la brujería. Mantienen odios, discordias y celos. Se enojan fácilmente, causan rivalidades, divisiones y partidismos. 21Son envidiosos, borrachos, glotones y otras cosas parecidas¨(Gálatas 5:20-21).
Es obvio que a lo que Pablo llama como obras de la carne, no es sino la condición fragmentada y pecaminosa que impide que el ser humano sea completo, que no sea sano en su totalidad ni transformado por Cristo.

El entendimiento paolino del cuerpo se ve en la carta a l@s corintios:
¨¿Acaso no saben ustedes que su cuerpo es parte del cuerpo de Cristo?...¿No saben ustedes que su cuerpo es templo del Espíritu Santo que Dios les ha dado, y que el Espíritu Santo vive en ustedes?¨ (1 Corintios 6:15, 19-20).
Hace unos años comencé a practicar yoga. Lo hice en tiempos en que hacer ejercicios no era parte de mis prioridades, y estaba cansada de tanto correr dos millas y hacer ¨sit-ups¨ y ¨push-ups¨ de forma obligada, mientras fuí capellán militar por 12 años. Para mi sorpresa, el hacer yoga abrió paso a que yo escuchara mi cuerpo, ya que parte de la práctica del yoga es la meditación, el balance y la armonía y el poder escuchar el cuerpo y sus necesidades. Sólo así se llega a mejorar en la práctica, creando un cuerpo más y más flexible y capaz de balancearse de formas novedosas para nuestra mente, pero totalmente normales y naturales para el cuerpo, si estuvieramos prestando atención a lo que nos pide y necesita. Hoy como resultado de escuchar los reclamos de mi cuerpo, no sólo practico yoga, sino que retomé la práctica de correr y ejercitar mi cuerpo de forma regular. La cantidad de energía que ha generado no tiene comparación con tomar multivitaminas ni suplementos. Mi cuerpo se ha tonificado, me siento mucho más fuerte y mi estado de ánimo se beneficia grandemente. Siento que al haber retomado una práctica holística de cuidar mi cuerpo de forma totalmente natural estoy honrando a Dios, porque estoy cuidando de su templo; este cuerpecito mio. ;)

Al entrar en mi práctica personal del yoga comencé a lamentar que en mi tradición de fe cristiana no se le diera importancia a escuchar al cuerpo y a sus necesidades, ni que se practicaran métodos holísticos (completos) para cuidar de forma natural de nuestros cuerpos y mentes. Nunca escuché una predicación sobre cómo cuidar nuestro cuerpo, que es templo del Espíritu de Dios. Nunca escuché una pedicación exhortando a que de forma balanceada prestáramos tanta importancia al cuerpo y la mente, como lo hacemos al espíritu. La realidad es que si sólo atendemos una de las partes y abandonamos las otras, no podemos se sant@s.

¿Cómo podemos entonces comenzar nuestra propia reconciliación con nuestros cuerpos? ¿Cómo podremos llegar a un punto en que lo podamos celebrar abiertamente y podamos darle lo que necesita?

Debemos comenzar por hacer una lista de las partes del cuerpo y al lado anotar las necesidades que esta parte tiene. Es importante no sentir vergüenza alguna por nombrar partes relacionadas a nuestra sexualidad. Recordemos, todas las partes son importantes. Ninguna parte es más que otra, solo porque tienen funciones distintas. Recordemos la descripción que Pablo hace sobre el cuerpo de Cristo en 1 Corintios 12:
¨Un cuerpo no se compone de un solo miembro, sino de muchos... Si todo fuera un solo miembro, no habría cuerpo... El ojo no puede decirle a la mano: "No te necesito"; ni la cabeza puede decirles a los pies: "No los necesito." Al contrario, los miembros del cuerpo que parecen más débiles, son los que más se necesitan; y los miembros del cuerpo que menos estimamos, son los que vestimos con más cuidado. Y los miembros que consideramos menos presentables, son los que tratamos con más modestia... Si un miembro del cuerpo sufre, todos los demás sufren también; y si un miembro recibe atención especial, todos los demás comparten su alegría¨ (1 Corintios 12: 14, 19, 21-23, 26).
Luego de tener la lista de partes del cuerpo ya sea escrita o mentalmente, un buen ejercicio es no sólo dar gracias a Dios por esa parte del cuerpo en particular, sino agradecerle directamente a esa parte del cuerpo la función que hace y el servicio que presta para que el cuerpo esté completo y funcionando bien.

Sólo cuando seamos capaces de reconciliarnos con nuestros cuerpos podremos llegar no sólo a celebrarlos sino a orar a Dios con los mismos. Sí, dije bien: ¡Orar con el cuerpo! Mi vida es un altar, mi cuerpo es templo del Espíritu de Dios por tal razón mi caminar y mi vivir es una oración a Dios y lo hago con TODO mi ser y envuelvo activamente en el proceso MI ESPIRITU, ALMA Y CUERPO.

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