jueves, 29 de septiembre de 2011

A calzón quita’o… hablando de hispanidad y teología queer


Por J. Manny Santiago

¿Cuándo fue la última vez que escuchaste hablar a un@ teológ@ latin@ acerca de teología queer hispana? Es probable que nunca. Dentro de nuestra comunidad – o debería decir, comunidades – latina que hace teología es muy improbable el que alguna persona se atreva a hacer teología desde la perspectiva de la latinidad queer.

Hay teólog@s latin@s que se han dado a la tarea de hablar acerca de la necesidad de hacer teología liberacionista teniendo a las comunidades elegebeté en mente. Así de repente, me acuerdo de Luis Rivera Pagán, Ada María Isasi Díaz y Miguel de la Torre. Sin embargo, muy pocas personas han hecho teología queer con una identidad específicamente queer. Algunos de los nombres que vienen a mi mente de personas que han hecho teología queer latina son Marcella Althaus Reid (argentina), James Nickoloff (peruano) y André S. Musskopf (brasileño). Althaus Reid, quien se identificó en vida como la creadora de la teología indecente, escribió en una ocasión: “El teólogo y la teóloga integral es uno o una que sale ‘del closet’ en su empeño por la honestidad y por ser parte de lo real […] así mismo, per/vierte el libreto socio/teológico normativo, revela lo obsceno y es capaz de ver […] fábulas de Dios y críticas de los sistemas políticos…”(Indecent Theology, 2000, pp. 199)

Para hacer teología queer, netamente latina/hispana, tenemos pues que “quitarnos los calzones” y hablar honestamente sobre nuestras experiencias de vida que nos hacen partícipes de las comunidades hispana, latina y elegebeté. Este es mi empeño en tratar de hacer teología desde mi realidad de puertorriqueño, cristiano, protestante, liberal, educado, mestizo, queer y quién sabe cuántas otras etiquetas que deba ponerme al momento de hablar de teología o de cualquier otro asunto.

Entiendo que como queer latinos y latinas debemos entrar en la conversación teológica re-clamando nuestras sexualidades y la forma en que estas son expresadas, y a la vez integrar las mismas a nuestra experiencia como comunidad oprimida por muchos. Es mi intención el comenzar a hacer esto con mi trabajo. Esto es lo que yo he llamado la inter(sex)ión entre lo que la gente en nuestras comunidades hispanas tratan como “lo sagrado” y aquello que se identifica como “lo profano”.

Como nos dice el teólogo peruano, radicado en los Estados Unidos, James Nickoloff: “Al cuestionar todas las identidades que parecen claras e inequívocas, los teóricos queer desafían las nociones de lo que es ‘norma’. Intentan establecer que mucho de lo que la sociedad y la cultura considera ‘normal’ viene a ser más la excepción que la regla” (Sexuality: A Queer Omission in US Latino Theology, 2003, 37). La teoría queer es entonces la forma de pensar por la cual las normas no sólo son rechazadas por no poder lidiar con la opresión, sino que también son resistidas al no ser capaces de eliminar las líneas de categorización que nos dividen.

Siendo que la teoría queer resiste no sólo las categorías sino también las etiquetas y las normas podemos pues hablar de un “Dios Queer”. En este sentido Marcella Althaus-Reid nos provee con la siguiente explicación: “El Dios Queer está presente en todo grupo o individuo que todavía se atreve a creer que Dios está completamente presente entre quienes padecen marginalización, a la vez que excede/va más allá de los estrechos confines de las ideologías políticas y sexuales” (From Feminist Theology to Indecent Theology, 2004, 176). Nuestra identidad queer no sólo surge de nuestra sexualidad y nuestras orientaciones sexuales, sino que se desprende de nuestro propio deseo de crear algo nuevo. Es este deseo de crear una sociedad en la cual cada ser humano es respetado comoimagen y semejanza de la Divinidad.

A menudo escuchamos en nuestras congregaciones la necesidad de separar lo “malo de este mundo” de lo “eterno de nuestras almas”. Esto es evidente en grupos neo-evangélicos, neo-carismáticos y pentecostales, los cuales incidentalmente son los grupos de mayor crecimiento entre las comunidades hispanas en los EUA y en nuestros países. Sin embargo, esta separación va en contra de las realidades de resistir las etiquetas que se nos han impuesto. Por esto, podemos entonces hablar de una inter(sex)ión entre una y otra, manteniendo nuestra espiritualidad mientras al mismo tiempo hacemos uso de nuestras sexualidades para hacer teología y acercarnos a la divinidad. El punto en el cual la sexualidad, la espiritualidad y la etnicidad se encuentran es para mí mucho más que una simple intersección. Este punto es uno importante en determinar quiénes somos como latinos/latinas e hispanos/hispanas queers y por lo tanto la sexualidad no debe ser dejada atrás.

Por lo tanto, una teología netamente queer latina tiene que dejar atrás la división entre lo “puro” y lo “impuro”. Debemos integrar todo el ser de la persona que adora y que busca incorporar su vida toda a la comunidad eclesiástica. Al hacerlo no sólo estamos abriendo las puertas que han estado cerradas por mucho tiempo, sino que estamos reconociendo que somos parte de la creación divina y de una fuerza creadora que quiere que nos sintamos completos y completas en nuestro propio ser.

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Esta es una adaptación del ensayo “Hacia una teología netamente ‘queer’ e hispana” publicado en Actas Del Primer Coloquio Nacional Del Otro La'o: Perspectivas Sobre Sexualidades Diversas, editado por Isabel Ríos Torres, Centro de Publicaciones Académicas UPR-RUM, enero 2008. 


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* J. Manny Santiago, MDiv, es nacido en Puerto Rico, Bautista Americano de cuarta generación.  Es escritor, pastor, profesor universitario, organizador comunitario, orador y teólogo. Actualmente el Rvdo. Santiago es pastor en la Iglesia Bautista Universitaria en Seattle, WA. Santiago es también conferencista a distancia del departamento de humanidades de la Universidad Interamericana en Ponce, Puerto Rico y trabaja a nivel nacional con la juventud de las Iglesias Bautistas Americanas.

sábado, 10 de septiembre de 2011

Dios y la comunidad trans

By J. Manny Santiago

En las comunidades elegebeté (lesbiana, gay, bisexual y transexual) ésta última letra siempre se queda rezagada. Esto no es culpa de la comunidad – o debería decir, “comunidades” – trans, sino que ha sido una actitud sistemática de parte de las comunidades elegebe el mantener al margen a estas otras comunidades. Si bien es cierto que esta marginalización es evidente dentro de las comunidades elegebe, la misma es mucho más evidente en las comunidades religiosas.
Es bien sabido que aun dentro de las comunidades religiosas – en específico, cristianas – las comunidades transgénero, transexual y travesti son, no solamente ignoradas sistemáticamente, sino hasta demonizadas. Esta demonización de las comunidades trans es algo que debe tomarse en cuenta a la hora de hacer teología y de entender el llamado cristiano a la aceptación y a la diversidad. 
En ocasiones me pregunto, ¿qué diría Dios de las comunidades trans? La respuesta a esta pregunta es mucho más simple de lo que muchas personas querrían que fuera. Aquí les dejo mi lectura socio-teológica de las Escrituras Sagradas con respecto a la relación de Dios con las comunidades trans. 
Primero tenemos que definir de manera general las comunidades trans. El término transgénero es utilizado como una descripción de aquellas personas cuya identidad de género no se conforma a las normas sociales impuestas a su sexo biológico. Así, las personas transgénero pueden ser transexuales, travestis o personas de género no conformista. Hay que mantener en mente, sin embargo, que no podemos y no debemos asumir que una persona es transgénero simplemente porque no se conforma a nuestras definiciones de masculinidad o feminidad. Siempre es importante dejar que la persona misma se identifique a sí misma. Entre algunas personas dentro de las comunidades trans, el término transexual no es bien recibido, ya que tiene sus orígenes en la medicina y por lo general es utilizado para establecer un diagnóstico socio-sicológico. Asi mismo, dentro de las comunidades angloparlantes el término travesti es generalmente utilizado de manera ofensiva. Sin embargo, entre las comunidades hispanohablantes, el término travesti se refiere, por lo general, a aquellas personas que utilizan el transformismo como forma de entretenimiento o como estimulante erótico, independientemente de su identidad de género. O sea, que una persona puede ser travesti y ser “masculina” o “femenina” de acuerdo a las normas sociales y además puede ser heterosexual en su orientación. 
Por supuesto, estos son términos y explicaciones generales. Es importante que cada persona, especialmente personas que ostentan posiciones de liderato en comunidades eclesiásticas, se mantengan informadas acerca de las diferencias entre estos términos para así poder ofrecer mejor apoyo pastoral a quienes se acercan a nuestras congregaciones.
Pero ahora movámonos a la relación que Dios tiene con las comunidades trans. Para poder hacer una mejor lectura de ésta relación es importante remitirnos a las primeras expresiones de Dios en las Sagradas Escrituras con respecto a la humanidad. Estas palabras las encontramos en Génesis 1.26-27: “Entonces dijo Dios: Hagamos al hombre [literalmente, “ser humano”] a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza; […] Y creó Dios al hombre [literalmente, “ser humano”] a su imagen, a imagen de Dios le creó; varón y hembra los creó.” Una lectura transgresiva de este pasaje nos lleva a la conclusión de que en los albores del milagro de creación, la Divinidad misma nos deja saber su naturaleza transgénero. Una Divinidad que no tenga rasgos de uno y otro sexo no sería capaz de crear a la persona a su imagen y semejanza. 
Contrario a la antigua forma de leer este pasaje como un llamado al binomio “macho-hembra” que nos ha sido impuesta tradicionalmente, una lectura liberadora del texto revela mucho más. La humanidad no fue creada en binomios, sino en un continuo entre uno y otro extremo y es derecho de cada persona de establecer los parámetros en los cuales su ser interior se siente en completa comunión con la Divinidad creadora. 


Moviéndonos aún más adelante, otro ejemplo de transgresión ocurre en el milagro de la encarnación. El evangelio de Juan 1.14a nos deja ver esta mayor transgresión de la Divinidad: “Y aquel Verbo fue hecho carne…” La encarnación de Dios en la persona de Jesús es indicativo de una transgresión de género que sobrepasa el entendimiento humano. Ya no estamos hablando de dejar los roles de género masculino para comportarnos de manera femenina. Ahora tenemos el ejemplo de una sustancia completamente diferente viniendo a habitar en forma humana. La transgresión de Dios en el milagro de la encarnación es pues indicativo de la apertura extravagante que tiene la Divinidad para con las comunidades trans. 
Mientras sigamos manteniendo las puertas de nuestras comunidades de fe cerradas a las comunidades trans, estaremos previniendo a la Divinidad misma la oportunidad de manifestarse en medio nuestro. No es posible para la persona cristiana, en particular, proclamar a Dios en la persona de Jesús y al mismo tiempo cerrar nuestras vidas y nuestras puertas a las comunidades de trangéneros, transexuales y travestis. Es hora de hacer de nuestras comunidades unas de bienvenida extraordinaria a toda persona y punto. 

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* J. Manny Santiago, MDiv, es nacido en Puerto Rico, Bautista Americano de cuarta generación.  Es escritor, pastor, profesor universitario, organizador comunitario, orador y teólogo. Actualmente el Rvdo. Santiago es pastor en la Iglesia Bautista Universitaria en Seattle, WA. Santiago es también conferencista a distancia del departamento de humanidades de la Universidad Interamericana en Ponce, Puerto Rico y trabaja a nivel nacional con la juventud de las Iglesias Bautistas Americanas.

jueves, 1 de septiembre de 2011

Iglesia, te perdono -por Pedro Julio Serrano


http://pedrojulioserrano.com/2009/10/20/iglesia-te-perdono/ 
“Quería pedirte perdón en nombre de todos aquellos líderes religiosos que no han dado buen testimonio de lo que es el verdadero amor de Cristo”. Con estas palabras — sencillas pero profundas — una total desconocida, Clarimar, me escribió para pedirme perdón por el daño causado por fundamentalistas que rechazan a las personas lesbianas, gays, bisexuales y transgéneros (LGBT) por la sencilla razón de tener una orientación sexual o identidad de género diferente.
Acepto ese perdón, con humildad y gran sentido de responsabilidad. Eso no significa que dejaré de denunciar los atropellos cometidos en nombre de Dios — usando en vano su nombre.
Conozco del daño, el sufrimiento y la humillación que han causado tantas personas por ignorancia, fanatismo y cruel prejuicio. Como escribe elocuentemente Clarimar:  “Te pido perdón aún por los vituperios y sobrenombres que te han querido asignar. Te pido perdón por las veces que intentaste buscar ayuda de un ‘siervo de Dios’ y lo que hicieron fue herirte”.
Para finalizar, Clarimar me escribe: “Hace algunos años conocí al verdadero Dios. Un Dios compasivo y sobre todo amoroso. Es este mismo AMOR de CRISTO es el que me ha motivado a escribirte hoy y dejarte saber que El SI tiene propósito contigo. Tu eres su hijo amado y no importa cuanto te hayan burlado, rechazado y ridiculizado, EL nunca te dejará.  También aprovecho para pedirte encarecidamente que todo lo que hagas por la sociedad sea pensando en el bienestar de todos(as) y en la unidad familiar. Busca la dirección de Dios y El mismo te dirá lo que debes hacer por nuestra Patria”.
Agradezco las palabras de Clarimar, que expresan lo que siempre he sabido: el Dios que yo conozco es un Dios de amor. Nunca ha sido un Dios de juicio y exclusión.
Al aceptar este perdón, lo hago consciente de que me libero de la esclavitud de la victimización a la que quisieron someter a las personas LGBT. Pero más importante aún, le doy al opresor la oportunidad — si decide aceptarla — de empezar de nuevo, libre de prejuicios.
En vez de demonizar a nuestr@s opresores, al aceptar su perdón, reconocemos su inherente humanidad — pues aún con todo el daño que han hecho son seres humanos imperfectos que pueden cambiar para bien. Estamos renovando la esperanza de que podemos encontrar que es mucho más lo que nos une que lo que nos diferencia. Le da una oportunidad de ver a las personas lesbianas, gays, bisexuales y transgéneros como seres humanos que estamos dispuest@s a recomenzar, a sanar y a caminar junt@s hacia una sociedad más justa y humana.
A fin de cuentas, estaremos dando la mayor lección. Esa que todo lo puede: amar. Y el amor perdona, construye y libera. Como dicen los cristianos: amén — o mejor dicho: que así sea.
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*  Pedro Julio Serrano es un activista de derechos humanos — puertorriqueño de pura cepa, orgullosamente gay — que desde Nueva York pero con su corazón firme y genuinamente en la patria, lucha junto a ti por un Puerto Rico para tod@s.


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En octubre de 2009 Pedro Julio Serrano publicó en su blog www.pedrojulioserrano.com Iglesia, te perdono. Cuando lo leí me impactó y no pude evitar sentir vergüenza por la manera tan cruel que la gente de iglesia puede ser cuando identifican a alguien como ¨pecador.¨ Haciendo totalmente lo contrario a lo que el evangelio de Cristo nos llama a hacer, son rápid@s en juzgar, rechazar e inmediatamente decir que ¨Cristo puede cambiarte si te arrepientes¨ cuando en realidad la persona gay/lesbiana/bisexual/transgénera tiene que arrepentirse de lo mismo que cualquier otra persona debe arrepentirse, excepto su de su orientación sexual. 

Creo que la declaración de perdón hacia la iglesia es admirable, porque el perdón libera y dignifica. Ojalá la iglesia viviera a la altura del perdón que se le ha otorgado,  sin embargo seguimos viendo las mismas actitudes de rechazo, opresión, juicio, odio, condenación, señalamientos e intolerancia.    




De palabras y paterías -por el Revdo. J. Manny Santiago

De palabras y paterías

Es bien conocido por toda persona que la radio y la televisión puertorriqueñas están llenas de voces soeces que utilizan a las comunidades elegebeté (LGBT) como caricatura para hacer reír. Recientemente, algunas organizaciones de derechos humanos han estado haciendo lo posible por terminar el discrimen en el lenguaje utilizado por estas estaciones. Al mismo tiempo, una gran cantidad de comentarios se han publicado tanto por personas que se identifican como elegebeté o como heterosexuales, tanto a favor como en contra de la acciones de dichas organizaciones. 
Algunos de los comentarios que he leído acusan a la comunidad elegebeté de ser los causantes de dichos comentarios puesto que los mismos se originan entre esta comunidad. Entre la comunidad misma se utilizan términos como “pato”, “maricón”, “vestida”, “marimacha”, “bucha”, etcétera, para referirse los unos a las otras. Después de leer algunos de estos comentarios, me parece prudente el expresar mi posición al respecto, como teólogo, puertorriqueño y persona elegebeté. 
En la teología cristiana – al igual que en la teología judía – las palabras son importantes. Por ejemplo, una de las dos historias de creación en el Génesis nos dice que “Dios habló… y así fue”. Más adelante, la divinidad misma no es nombrada, sino que se nombra a sí misma: “Yo soy el que soy”, en el libro del Éxodo. En otras ocasiones vemos a personajes bíblicos nombrando a personas, objetos y lugares. El nombrar algo o alguien, en el contexto teológico judeocristiano significa tener poder y autoridad sobre ello. La razón por la cual personas nombran es porque tienen la necesidad de apoderarse o tener autoridad sobre aquello que nombran. Pero además, las palabras tienen el poder de creación.
Imagina por un instante lo que es el “amor”. No hay una construcción física que podamos decir que es “amor”, sino una serie de sentimientos que son subjetivos a la persona que les siente. Para mí puede ser amor lo que para ti es infatuación o una sola “esperanza”. Las ideas que nombramos son subjetivas y quienes las nombran tienen poder sobre ellas. Algo similar ocurre con las palabras que utilizamos en las comunidades elegebeté. 
El vivir en los Estados Unidos me ha dado la oportunidad de experimentar el poder de la palabra. Como ejemplo, puedo mencionar la forma peyorativa con la cual algunas personas se refieren al pueblo hispano: “spik”. Este nombre viene de la forma en que los hispanohablantes pronunciamos la palabra inglesa “speak”. Cuando la comunidad angloparlante utiliza el término “spik” quiere distinguirnos como “el otro”; de esta forma la otredad es pronunciada y los límites de lo que es permitido y aceptado en la sociedad queda claro, quienes no hablamos correctamente el inglés somos excluidos y excluidas. 
Sin embargo, cuando una persona hispana utiliza la misma palabra, en especial dentro de un intercambio con otras personas hispanas, la palabra “spik” toma un nuevo significado. En este sentido, el objeto de burla – la persona hispana – se apropia del lenguaje peyorativo para utilizarlo como arma de defensa y como banda de honor; el honor de ser parte de una comunidad, en este caso, diferente a la angloparlante. 
A la misma vez, es posible que el término se use por otras personas hispanohablantes para expresar su disgusto de pertenecer a un grupo oprimido. En este sentido, estas personas utilizan términos peyorativos con el mismo propósito que lo hacen las personas de las clases opresoras. 
De la misma manera ocurre con el lenguaje que se utiliza dentro de las comunidades elegebeté. El lenguaje es utilizado tanto como forma de reclamar nuestra identidad así como para denigrar a quienes no siguen los mores dominantes en la sociedad. En este sentido las comunidades elegebeté replican dentro de sí mismas las actitudes de la sociedad dominante. Por ejemplo, una lesbiana que siga los mores culturales de femineidad se siente con derecho a llamar “machúa” o “marimacha” a una lesbiana con una femineidad alternativa. Del mismo modo, un hombre gay que sigue los mores sociales de conducta masculina se siente con derecho de llamar “loca” o “pato” a un hombre con una masculinidad alternativa. 
Como ya mencionara anteriormente, existe también la reclamación de las palabras por parte de las comunidades oprimidas – en este caso las comunidades elegebeté – como forma subversiva. Es en este contexto en el cual me enfoco desde el punto de vista teológico. 
En las Escrituras Sagradas del judaísmo y las adiciones que le hiciera el cristianismo (o sea, la Torá y el Nuevo Testamento) existen varias instancias en las cuales se utiliza el nombrar a alguien o a algún lugar como forma subversiva. Entre estos ejemplos tenemos a Sarai que viene a ser Sarah, o sea Princesa, que ejemplifica mejor el rol que la divinidad le ha de dar como madre de generaciones (Gen. 15.16-17). También tenemos a Jacob que vino a ser Israel, o sea El que Lucha con Dios, haciendo referencia a su lucha con el ángel o manifestación de Dios (Gen. 32.26-28). O el ejemplo de Simón quien es renombrado Cefas/Pedro haciendo referencia a su eventual declaración de fe sobre la cual la Iglesia ha de establecerse (Juan 1.40-42). 
En todos estos casos es la Divinidad quien nombra. Pero también hay ocasiones en que la misma persona se autodenomina como es el caso de Noemí (Placentera), quien se cambia su nombre a Mara (Amarga) al perder a su esposo e hijos (Rut 1.20). Así mismo, María de Nazaret se cambia su nombre a Bienaventurada al saber que en su vientre carga la encarnación de Dios (Lucas 1.48). 
Sin embargo, el ejemplo mayor de una persona nombrándose a sí misma es el ejemplo de la Divinidad, quien, cuando Moisés le pregunta cuál es su nombre, ésta responde “Yo Soy Quien Yo Soy” (Ex. 3.13-15). Es esta actitud subversiva de la Divinidad la que ayuda a contextualizar la forma en las comunidades elegebeté hacemos uso de los nombres que nos han otorgado la sociedad mayoritaria para revertir su significado. Moisés muy bien pudo haberle dicho a Dios, “¡yo también soy quien yo soy!”, pero no lo pudo hacer. Ante la apropiación de la Divinidad de las palabras con las que otro le define, Dios nos da un ejemplo poderoso de autonomenclatura. Ya Moisés no pueda hacer uso de “yo soy” cuando esté frente a Faraón, porque “Yo Soy” es quien le ha enviado a liberar al pueblo israelita. 
En esta forma podemos entonces tomar las palabras que la sociedad mayoritaria utiliza peyorativamente contra nuestras comunidades elegebeté y transformarlas en instrumentos subversivos de lucha. Yo me identifico como [___________]; y llenas el blanco con la palabra otrora peyorativa que utiliza la sociedad para identificarte. Yo soy pato. Yo soy marimacha. Yo soy puta. Yo soy vestida. Yo soy cachapera. Yo soy loca. Yo soy bucha. 
En fin, que el hacer uso subvertido de estas palabras hace que emprendamos una acción de patería que deja sin instrumentos de opresión a la sociedad dominante. 
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* J. Manny Santiago, MDiv, es nacido en Puerto Rico, Bautista Americano de cuarta generación.  Es escritor, pastor, profesor universitario, organizador comunitario, orador y teólogo. Actualmente el Rvdo. Santiago es pastor en la Iglesia Bautista Universitaria en Seattle, WA. Santiago es también conferencista a distancia del departamento de humanidades de la Universidad Interamericana en Ponce, Puerto Rico y trabaja a nivel nacional con la juventud de las Iglesias Bautistas Americanas.

Lo que dice o no dice la Biblia sobre la homosexualidad - por el Revdo. Dr. Mel White

El siguiente es un documento publicado en la página de web de Soulforce hace un tiempo atrás, escrito por el Revdo. Dr. Mel White, autor de libro Stranger At The Gate. Aquí les comparto y les invito a visitar www.soulforce.org para más materiales y recursos.
Este recurso puede ser obtenido gratuitamente en forma pdf haciendo click en este link:



























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