jueves, 1 de septiembre de 2011

De palabras y paterías -por el Revdo. J. Manny Santiago

De palabras y paterías

Es bien conocido por toda persona que la radio y la televisión puertorriqueñas están llenas de voces soeces que utilizan a las comunidades elegebeté (LGBT) como caricatura para hacer reír. Recientemente, algunas organizaciones de derechos humanos han estado haciendo lo posible por terminar el discrimen en el lenguaje utilizado por estas estaciones. Al mismo tiempo, una gran cantidad de comentarios se han publicado tanto por personas que se identifican como elegebeté o como heterosexuales, tanto a favor como en contra de la acciones de dichas organizaciones. 
Algunos de los comentarios que he leído acusan a la comunidad elegebeté de ser los causantes de dichos comentarios puesto que los mismos se originan entre esta comunidad. Entre la comunidad misma se utilizan términos como “pato”, “maricón”, “vestida”, “marimacha”, “bucha”, etcétera, para referirse los unos a las otras. Después de leer algunos de estos comentarios, me parece prudente el expresar mi posición al respecto, como teólogo, puertorriqueño y persona elegebeté. 
En la teología cristiana – al igual que en la teología judía – las palabras son importantes. Por ejemplo, una de las dos historias de creación en el Génesis nos dice que “Dios habló… y así fue”. Más adelante, la divinidad misma no es nombrada, sino que se nombra a sí misma: “Yo soy el que soy”, en el libro del Éxodo. En otras ocasiones vemos a personajes bíblicos nombrando a personas, objetos y lugares. El nombrar algo o alguien, en el contexto teológico judeocristiano significa tener poder y autoridad sobre ello. La razón por la cual personas nombran es porque tienen la necesidad de apoderarse o tener autoridad sobre aquello que nombran. Pero además, las palabras tienen el poder de creación.
Imagina por un instante lo que es el “amor”. No hay una construcción física que podamos decir que es “amor”, sino una serie de sentimientos que son subjetivos a la persona que les siente. Para mí puede ser amor lo que para ti es infatuación o una sola “esperanza”. Las ideas que nombramos son subjetivas y quienes las nombran tienen poder sobre ellas. Algo similar ocurre con las palabras que utilizamos en las comunidades elegebeté. 
El vivir en los Estados Unidos me ha dado la oportunidad de experimentar el poder de la palabra. Como ejemplo, puedo mencionar la forma peyorativa con la cual algunas personas se refieren al pueblo hispano: “spik”. Este nombre viene de la forma en que los hispanohablantes pronunciamos la palabra inglesa “speak”. Cuando la comunidad angloparlante utiliza el término “spik” quiere distinguirnos como “el otro”; de esta forma la otredad es pronunciada y los límites de lo que es permitido y aceptado en la sociedad queda claro, quienes no hablamos correctamente el inglés somos excluidos y excluidas. 
Sin embargo, cuando una persona hispana utiliza la misma palabra, en especial dentro de un intercambio con otras personas hispanas, la palabra “spik” toma un nuevo significado. En este sentido, el objeto de burla – la persona hispana – se apropia del lenguaje peyorativo para utilizarlo como arma de defensa y como banda de honor; el honor de ser parte de una comunidad, en este caso, diferente a la angloparlante. 
A la misma vez, es posible que el término se use por otras personas hispanohablantes para expresar su disgusto de pertenecer a un grupo oprimido. En este sentido, estas personas utilizan términos peyorativos con el mismo propósito que lo hacen las personas de las clases opresoras. 
De la misma manera ocurre con el lenguaje que se utiliza dentro de las comunidades elegebeté. El lenguaje es utilizado tanto como forma de reclamar nuestra identidad así como para denigrar a quienes no siguen los mores dominantes en la sociedad. En este sentido las comunidades elegebeté replican dentro de sí mismas las actitudes de la sociedad dominante. Por ejemplo, una lesbiana que siga los mores culturales de femineidad se siente con derecho a llamar “machúa” o “marimacha” a una lesbiana con una femineidad alternativa. Del mismo modo, un hombre gay que sigue los mores sociales de conducta masculina se siente con derecho de llamar “loca” o “pato” a un hombre con una masculinidad alternativa. 
Como ya mencionara anteriormente, existe también la reclamación de las palabras por parte de las comunidades oprimidas – en este caso las comunidades elegebeté – como forma subversiva. Es en este contexto en el cual me enfoco desde el punto de vista teológico. 
En las Escrituras Sagradas del judaísmo y las adiciones que le hiciera el cristianismo (o sea, la Torá y el Nuevo Testamento) existen varias instancias en las cuales se utiliza el nombrar a alguien o a algún lugar como forma subversiva. Entre estos ejemplos tenemos a Sarai que viene a ser Sarah, o sea Princesa, que ejemplifica mejor el rol que la divinidad le ha de dar como madre de generaciones (Gen. 15.16-17). También tenemos a Jacob que vino a ser Israel, o sea El que Lucha con Dios, haciendo referencia a su lucha con el ángel o manifestación de Dios (Gen. 32.26-28). O el ejemplo de Simón quien es renombrado Cefas/Pedro haciendo referencia a su eventual declaración de fe sobre la cual la Iglesia ha de establecerse (Juan 1.40-42). 
En todos estos casos es la Divinidad quien nombra. Pero también hay ocasiones en que la misma persona se autodenomina como es el caso de Noemí (Placentera), quien se cambia su nombre a Mara (Amarga) al perder a su esposo e hijos (Rut 1.20). Así mismo, María de Nazaret se cambia su nombre a Bienaventurada al saber que en su vientre carga la encarnación de Dios (Lucas 1.48). 
Sin embargo, el ejemplo mayor de una persona nombrándose a sí misma es el ejemplo de la Divinidad, quien, cuando Moisés le pregunta cuál es su nombre, ésta responde “Yo Soy Quien Yo Soy” (Ex. 3.13-15). Es esta actitud subversiva de la Divinidad la que ayuda a contextualizar la forma en las comunidades elegebeté hacemos uso de los nombres que nos han otorgado la sociedad mayoritaria para revertir su significado. Moisés muy bien pudo haberle dicho a Dios, “¡yo también soy quien yo soy!”, pero no lo pudo hacer. Ante la apropiación de la Divinidad de las palabras con las que otro le define, Dios nos da un ejemplo poderoso de autonomenclatura. Ya Moisés no pueda hacer uso de “yo soy” cuando esté frente a Faraón, porque “Yo Soy” es quien le ha enviado a liberar al pueblo israelita. 
En esta forma podemos entonces tomar las palabras que la sociedad mayoritaria utiliza peyorativamente contra nuestras comunidades elegebeté y transformarlas en instrumentos subversivos de lucha. Yo me identifico como [___________]; y llenas el blanco con la palabra otrora peyorativa que utiliza la sociedad para identificarte. Yo soy pato. Yo soy marimacha. Yo soy puta. Yo soy vestida. Yo soy cachapera. Yo soy loca. Yo soy bucha. 
En fin, que el hacer uso subvertido de estas palabras hace que emprendamos una acción de patería que deja sin instrumentos de opresión a la sociedad dominante. 
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* J. Manny Santiago, MDiv, es nacido en Puerto Rico, Bautista Americano de cuarta generación.  Es escritor, pastor, profesor universitario, organizador comunitario, orador y teólogo. Actualmente el Rvdo. Santiago es pastor en la Iglesia Bautista Universitaria en Seattle, WA. Santiago es también conferencista a distancia del departamento de humanidades de la Universidad Interamericana en Ponce, Puerto Rico y trabaja a nivel nacional con la juventud de las Iglesias Bautistas Americanas.

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