jueves, 10 de enero de 2013

Jesús: profeta del margen


Lucas 4:21-30

Reina-Valera 1995 (RVR1995)
21 Entonces comenzó a decirles:
—Hoy se ha cumplido esta Escritura delante de vosotros.
22 Todos daban buen testimonio de él y estaban maravillados de las palabras de gracia que salían de su boca. Decían:
—¿No es éste el hijo de José?
23 Él les dijo:
—Sin duda me diréis este refrán: “Médico, cúrate a ti mismo. De tantas cosas que hemos oído que se han hecho en Capernaúm, haz también aquí en tu tierra.”
24 Y añadió:
—De cierto os digo que ningún profeta es bien recibido en su propia tierra. 25 Y en verdad os digo que muchas viudas había en Israel en los días de Elías, cuando el cielo fue cerrado por tres años y seis meses y hubo una gran hambre en toda la tierra; 26 pero a ninguna de ellas fue enviado Elías, sino a una mujer viuda en Sarepta de Sidón. 27 Y muchos leprosos había en Israel en tiempo del profeta Eliseo, pero ninguno de ellos fue limpiado, sino Naamán el sirio.
28 Al oír estas cosas, todos en la sinagoga se llenaron de ira. 29 Levantándose, lo echaron fuera de la ciudad y lo llevaron hasta la cumbre del monte sobre el cual estaba edificada la ciudad de ellos, para despeñarlo; 30 pero él pasó por en medio de ellos y se fue.


Este pasaje refleja la segunda parte del sermón de Jesús en la sinagoga. La audiencia está esperando que el mismo afirme que Israel recibirá consolación y que sus enemigos serán destruídos y recibirán nada. Esta presunción sugiere que la profecía de Isaías era entendendida por Israel como que “nosotros” al fin recibiremos vindicación, prosperidad y libertad y nuestros enemigos recibirán su merecida recompensa. Sin embargo lo que Jesús proclama en su interpretación de la Escritura es que las bendiciones del Reino de Dios serán extendidas para todos y todas, sin excepción.

Todo estaba bonito, la audiencia incluso sentía orgullo y admiración por Jesús. “¿Y este no es el hijo de José? ¡Qué alegría, este es uno de nuestros muchachos, y se sabe bien la escritura!” Era obvia su admiración inicial pero muy pronto cambió el panorama. Inmediatamente Jesús les relata dos historias tomadas de la misma escritura que tienen como intención revelarles que su ministerio tiene como objetivo la liberación de quienes sufren opresión. 

Ahora quienes escuchan están enfurecidos. Su furia se parece a la que experimentarian algunos incapaces de suplicar misericordia y la bondad de Dios por los enemigos de esta nación, como por ejemplo por los miembros de Al Queda o por quien ha abierto fuego contra niños inocentes en una escuela del país, mantando sin compasión.  Quizás podríamos ver furia en quienes son incapaces de pedir misericordia y hacer actos de bondad para quienes no han sido bienvenidos por el pueblo de Dios en comunides de fe por la razón que sea. Jesús quiere dejar claro, aunque le cueste la admiración de su audiencia, que el Reino de Dios será manifestado en paz y liberación. Esto claramente lo presenta como un profeta al margen.

El evangelio nos reta y nos invita al arrepentimiento. Nos invita a entender, a vivir y a proclamar que el Reino de Dios se manifiesta en libertad a los oprimidos y predicar el año agradable del Señor. 



- Rev. Dámaris E. Ortega