viernes, 10 de octubre de 2014

El ocaso cultural de la homofobia


Enlutado inquisidor que no nos deja tranquilos
quiere tejer hilo a hilo mentiras donde hay amor
se sueña perseguidor de dos hombres perseguidos
su navaja es odio fino, nuestra piel todo lo aguanta.
-Manuel Ramos Otero, Invitación al polvo (1991)
Se gesta un profundo cambio en la valoración cultural de la homosexualidad, como lo demuestra el renombre de películas como Philadelphia (1993), con Antonio Banderas, paradigma de la masculinidad latina, en un papel de amante gay, y Fresa y chocolate (1994), con sus nada veladas críticas al prejuicio homofóbico que en un tiempo maculó la revolución cubana. La cultura iberoamericana deja atrás gradual pero inexorablemente la homofobia de sus antecesores.
Un ejemplo destacado es la popularidad que por toda España y América Latina adquirió la canción de José María Cano, en la voz de Ana Torroja, “Mujer contra mujer”:
“Nada tienen de especial
dos mujeres que se dan la mano
el matiz viene después
cuando lo hacen por debajo
del mantel.
Luego a solas
sin nada que perder
tras las manos va el
resto de la piel…”
En Cuba, donde se intentó imponer un estilo de virilidad que exacerbó la homofobia tradicional, la juventud canta con entusiasmo la provocadora letra de “El pecado original” de Pablo Milanés, uno de los principales compositores y cantantes de la nueva trova nacionalista y revolucionaria:
“Dos almas
dos cuerpos
dos hombres que se aman
van a ser expulsados del paraíso
que les tocó vivir…
Ninguno de los dos es un censor de
sus propios anhelos mutilados…
y sienten que pueden en cada mañana
ver su árbol, su parque, su sol…
Que pueden desgarrarse sus entrañas
en la más dulce intimidad con el amor…
No somos Dios
no nos equivoquemos otra vez.”
Por su parte, la juventud brasileña no tiene muchos reparos con una de las canciones del gran compositor Chico Buarque, “Dos enamoradas”, que en su versión castellana reza:
“Se amaron con amor urgente,
con besos salados color marejada.
Dos olas que chocan sin decirse nada,
dos enamoradas
frente al mismo mar.
Se amaron contra la corriente
desnudando espaldas,
levantando faldas…
Y fueron amantes más que camaradas:
dos enamoradas,
dos locas de atar.
Probaron un amor prohibido…
y fueron dejando marcadas
sus suaves pisadas entre escalofríos,
en mares y ríos y en las caracolas,
sus caricias solas,
sus ansias de amar.”
A nivel literario continental se detecta con claridad el cambio en la actitud hacia la homosexualidad si comparamos, por ejemplo, La tregua, de Mario Benedetti, publicada en 1960, donde Jaime, un joven homosexual, es tratado por su padre, su familia y aparentemente por el mismo autor, como un degenerado, un pervertido que “se ha echado a perder”, con el relato de Senel Paz, El lobo, el bosque y el hombre nuevo, impreso en 1991, que pinta con mucha simpatía a Diego, el melancólico homosexual cubano. Solidaridad similar destila la escritora jamaiquina Michelle Cliff, pareja de la poeta estadounidense Adrienne Rich, hacia Harry/Harriet, un personaje clave, transexual y travesti, en su novela, No Telephone to Heaven (1996). Igualmente, el escritor chileno Pedro Lemebel, en su novela Tengo miedo torero (2001), enfoca una posible convergencia entre la subversión de la tiranía de Augusto Pinochet y la apertura hacia el amor no heterosexual que nos hace recordar el clásico de Manuel Puig, El beso de la mujer araña (1976) y las fascinantes relaciones entre Valentín Arregui y Molina.
El escritor español Álvaro Pombo ganó, en 2001, el primer premio de novela de la Fundación José Manuel Lara por su texto El cielo raso, obra marcada por la convergencia entre el homosexualismo y el cristianismo de su autor. Su personaje principal, Gabriel Arintero, logra, tras un largo y tortuoso peregrinaje espiritual por Madrid, Londres, San Salvador y, de nuevo, Madrid, integrar su homoerotismo, piedad cristiana, solidaridad con los pobres y marginados, y la teología de liberación (marcada por los escritos de Ignacio Ellacuría y Jon Sobrino). El relato describe de manera muy delicada, por un lado, los agudos conflictos entre el deseo y la conciencia de culpa y, por el otro, el vínculo entre la transgresión de la moralidad tradicional y la pasión evangélica por los menesterosos y oprimidos. Refleja un cambio decisivo y dramático en la influyente cultura literaria ibérica: de la exclusión a la inclusión.
Si el poeta maldito por excelencia de las letras puertorriqueñas, Manuel Ramos Otero, tuvo que sufrir el ostracismo y el desdén por sus retos literarios a la homofobia cultural, rebeldemente expresados en su Invitación al polvo (1991), hoy Luis Negrón es continuamente aclamado por sus escritos gais. Su libro Mundo cruel (2013) ha sido elogiado por los principales medios culturales del país, los mismos que antes marginaron a Ramos Otero. Igual reconocimiento reciben los poemas homoeróticos de Lilliana Ramos Collado, incluidos en reróticas (1998), o los múltiples y provocadores textos lesboeróticos de Yolanda Arroyo Pizarro. Y en el mundo hispano/latino estadounidense, incluidos diversos sectores religiosos y teológicos, se admiran y respetan los escritos de Gloria Anzaldúa, uno de cuyos versos más citados dice,
“Compañera,
¿Volverán esas tardes sordas cuando nos amábamos?…
¿Cuando ilesa carne buscaba carne y dientes labios
en los laberintos de tus bocas?
Esas tardes, islas no descubiertas…
Mis dedos lentos andaban las lomas de tus pechos,
Recorriendo la llanura de tu espalda
Tus moras hinchándose en mi boca
La cueva mojada y racima.
Tu corazón en mi lengua hasta en mis sueños
Tus pestañas barriendo mi cara
Dormitando, oliendo tu piel de amapola
Dos extranjeras al borde del abismo…
¿Volverán,
Compañera, esas tardes cuando nos amábamos?”
Este es el tipo de cambio en el ambiente cultural, sutil pero decisivo, que con frecuencia provoca ansiedad y hostilidad en personas y grupos aferrados a rígidas concepciones dogmáticas sobre la naturaleza humana y lo que es legítimo permitir, moral y legalmente, a una sociedad. La hostilidad tiende a ser más beligerante y estridente si esas concepciones se ligan a ideas dogmáticas sobre lo sagrado. Con excesiva frecuencia ideas excelsas de lo sagrado se contaminan por una dimensión sombría y siniestra: la condena de relaciones de amor consideradas sacrílegas, pecaminosas y anatemas. Afortunadamente, estamos en un contexto de mayor aceptación y reconocimiento de la pluralidad en estilos de pensamiento y vida. Ya la salida de los asfixiantes límites del armario de, para mencionar un caso prominente, Ricky Martin, no conduce, a pesar del resabio de algunos religiosos fundamentalistas, al ostracismo social ni, mucho menos, conlleva las graves penalidades de otras épocas.
Los integristas religiosos, a pesar de sus piadosas jeremiadas, han mostrado poca solidaridad y compasión con los seres humanos que sufren persistente oprobio y humillación por su orientación sexual. Es digna de leerse la novela del puertorriqueño Ángel Lozada La patografía (1998), una emotiva reflexión literaria sobre los estigmas y sufrimientos que padecen los homosexuales a causa de la homofobia eclesiástica. Manifiesta dramáticamente la ofensiva manera en que algunas comunidades religiosas tratan a homosexuales, gais y lesbianas, como “pervertidos” que, alegan esos grupos fundamentalistas, repudian la voluntad divina. Expresa, sobre todo, algo significativo y crucial: el sufrimiento agudo y profundo que las actitudes de intolerancia y discrimen de algunas iglesias y agrupaciones religiosas infligen a las personas de orientaciones sexuales diversas. Escudados en su idolatría de la letra sagrada, transforman el evangelio de la gracia divina en régimen de represión y exclusión, sin tomar en cuenta su grave responsabilidad en el hondo dolor que causan.
Son evidentes, sin embargo, las señales de un cambio radical: de la exclusión y el desdén a la inclusión y el reconocimiento. Así como poco a poco los integristas religiosos y su arcaica idolatría de la letra sagrada van perdiendo su batalla contra el reclamo vigoroso de las mujeres al disfrute pleno de su autonomía, al reconocimiento absoluto de su dignidad humana y al respeto jurídico de sus derechos reproductivos, también se inicia, incluso al interior de muchas iglesias, el ocaso definitivo de la homofobia.
El debate/diálogo en el interior de las comunidades religiosas y la sociedad puertorriqueña general debe conducirse en un contexto de respeto recíproco por parte de las distintas perspectivas éticas, teológicas y filosóficas. Ese ambiente no puede lograrse plenamente mientras se anatemice una de esas perspectivas sobre lo que es recto y justo permitir en la sociedad y en las iglesias. De ello se han dado cuenta algunas iglesias en Norte América, América Latina y Europa, las cuales, sin necesariamente aprobar la orientación o la conducta homoerótica, insisten en que las leyes de un país no deben usarse para criminalizar y discriminar sectores minoritarios. Otras ya han adoptado posturas de mayor inclusión, aprobando la ordenación a su ministerio o sacerdocio de personas de diversas orientaciones sexuales y diseñando celebraciones litúrgicas para sus matrimonios. Poco a poco, en el ámbito cultural, jurídico, social y eclesiástico se imponen la equidad y la solidaridad, dejando atrás siglos de exclusión, intolerancia y persecución.
En la teología y los estudios religiosos surgen voces elocuentes y libres del lastre discriminatorio de la homofobia, las cuales analizan con rigor intelectual y de manera novedosa las diversas posibles configuraciones legítimas del amor, la sexualidad y la familia. Son ya múltiples los estudios críticos de las escrituras sagradas y las tradiciones hermenéuticas que cuestionan, con escrupulosa rigurosidad académica, las traducciones e interpretaciones de textos bíblicos que se han utilizado para mancillar la devoción religiosa con intolerantes prejuicios homofóbicos. Marcella Althaus-Reid, teóloga argentina protestante, promovió intensamente este diálogo con su libro Queer God (2003), un heterodoxo intento de liberar a Dios de su enclaustramiento y aprisionamiento en el calabozo de una excluyente sexualidad heteronormativa.
Aunque todavía queda mucho sendero que recorrer para superar definitivamente la homofobia, ya se percibe el misterio de la escritura en la pared: de la exclusión a la inclusión, de la intolerancia a la celebración de la diversidad. Lo esencial a recordar es la perspectiva solidaria, profética y evangélica crucial en las escrituras sagradas judeocristianas, la cual con tanta elegancia y emoción expresara en una de sus geniales intuiciones el gran poeta y patriota cubano José Martí…
“¡Son como siempre los humildes, los descalzos, los desamparados, los pescadores, los que se juntan frente a la iniquidad hombro a hombro, y echan a volar, con sus alas de plata encendidas, el Evangelio! ¡La verdad se revela mejor a los pobres y a los que padecen!” (El cisma de los católicos en Nueva York, 1887)
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sábado, 9 de agosto de 2014

¿Dónde está tu lealtad? - Reflexión sobre el Abuso Sexual Infantil

¿Dónde está tu lealtad?
Esther Baruja es una feminista queer paraguaya. Le gusta explorar la fe cristiana desde paradigmas post-colonialistas.

36Así que los enemigos del hombre serán los de su casa.
37El que ama a padre o madre más que a mí, no es digno de mí; el que ama a hijo o hija más que a mí, no es digno de mí;
38y el que no toma su cruz y sigue en pos de mí, no es digno de mí.
39El que halle su vida, la perderá; y el que pierda su vida por causa de mí, la hallará.
Mateo 10:35-39

Hogar dulce Hogar! No hay nada como estar en familia un día de domingo con el asado cocinándose sobre la parrilla. Cuántas nostalgias sentimos al escuchar “Faltan 5 pa' las 12” con la realidad de los muchos/as que faltan. Cuántas cartas, postales, llamadas, y últimamente e-mails, y conversaciones por chat para acercarnos a nuestros seres queridos lejos del hogar!. La familia es el eje central desde donde se mueve la sociedad, y se nos ha enseñado desde la más tierna edad el importante y vital rol que ella desempeña en nuestra vida.
La familia es donde te aman y te protegen de los peligros.

¿Pero qué pasa cuando la familia no es el lugar protector sino el lugar donde el peligro acecha? Qué pasa cuándo es en el hogar familiar donde los abusos sexuales de menores suceden con más frecuencia?

Según la Organización Mundial de la Salud a nivel mundial existen 174 millones de niñas y 73 millones de niños víctimas de abuso sexual y/o algún tipo de violencia física.1 La mayoría de los abusos suceden dentro de la casa y éstos son cometidos generalmente por un familiar cercano que convive con los niños o que los/as visita frecuentemente. En un estudio de la Argentina, de 138 casos el abusador era un conocido del niño/a, y se encontró que el “41% era el padre biológico, 18% padrastros, 23%tíos, abuelos, hermanos y primos y un 13.7 % entre amigos y no familiares.”2
Se estima que el 25% de la población adulta ha sufrido abuso sexual infantil. Qué recuerdos tienen ellos/as de su infancia? La idealizada imagen de la familia como el lugar que simboliza amor,respeto, cuidado, y seguridad está muy lejos de las personas que pasaron por el calvario del abuso.
En el 62% de los casos de otro estudio en Argentina señala que las víctimas no solicitaron ayuda y de los que sí buscaron, el 78% no recibió la ayuda adecuada.3

Por qué tanto silencio! ¿Porqué nuestros niñas y niños tienen que aguantar tanto sin poder expresarlo?! Qué clase de ambiente opresor estamos convalidando como para que nuestros propios niños no tengan la más mínima intención de confiarnos lo que les está pasando?

Jesús desafía al concepto de familia al decir “El que ama a padre o madre más que a mí, no es digno de mí; el que ama a hijo o hija más que a mí, no es digno de mí”.El Nazareno es consciente de la carga social de la construcción familiar de su época, entiende que lo que se entiende por lealtad familiar quizá se pueda confrontar con la realidad de la Comunidad Amada de Dios4que él vino a predicar.

¿Cómo se convierte esa lealtad en excusa para el silenciamiento de las víctimas de abuso? En numerosos casos uno o ambos padres sabían del abuso pero no realizaron la denuncia para no perjudicar al cónyuge,o al pariente. Vemos que la devoción a un lazo biológico, de cohesión por acostumbramiento y hábito se convierte así en la justificación de la impunidad.

En el Evangelio de Mateo vislumbramos una salida al dilema entre continuar en un círculo familiar tóxico o manifestar desacuerdos abiertamente y en libertad. Jesús dice “y el que no toma su cruz y sigue en pos de mí, no es digno de mí. El que halle su vida, la perderá; y el que pierda su vida por causa de mí, la hallará.”
La cruz que Jesús tomó para sí mismo ha sido vergüenza para el mundo, llevando sobre sí la maldición de ser colgado en un madero.5Sin embargo para los/as nosotros/as que creemos en el Evangelio, esa cruz simboliza la victoria de la vida sobre la muerte. Realizar las denuncias correspondiente en caso de que un abuso sexual infantil ocurra dentro de la familia produce vergüenza, en algunos casos juzgamiento y rechazo, pero realizarla será liberar de la vejación al niño/a, y reivindicará el verdadero significado de la lealtad en una causa justa, pero principalmente será la victoria de la vida sobre la muerte.

Mucho se ha publicado sobre los abusos sexuales en la Iglesia Católica Romana. Pero¿hemos hablado de los abusos que suceden en nuestras escuelas dominicales, en nuestros campamentos, en nuestras casas? Debemos escuchar a Jesús, tomar nuestra cruz y enfrentar la realidad que no se puede seguir ignorando ni mucho menos ocultando ante el aluvión de estadísticas que existen. Los abusos sexuales suceden y nosotras/os tenemos la responsabilidad de actuar con compasión y firmeza en la búsqueda dela justicia.
La familia es diversa, existen diferentes modelos, pero lo que la caracteriza debería ser el amor que se tienen todos/as entre sí.Para eso no se necesita llevar la misma sangre.
33Él les respondió diciendo:
--¿Quiénes son mi madre y mis hermanos?
34Y mirando a los que estaban sentados alrededor de él, dijo:
--Aquí están mi madre y mis hermanos,
35porque todo aquel que hace la voluntad de Dios, ese es mi hermano, mi hermana y mi madre. Marcos3:33-35

------Esther Baruja
1 Pinheiro P. 2006. The World Report on Violence against Children. Geneva: United Nations Secretary-General’s Study on Violence against Children.

2 Pernia Marcela Susana. Abuso Sexual Infanto-Infantil. Jefe de Servicio del Servicio de Psiquiatría y Psicología Médica de Azul.
http://www.psicoadolescencia.com.ar/docs/final8.pdf

3 Bringiotti, M; Raffo, P. Abuso Sexual Infanto Juvenil. Prevalencia y Características en Estudiantes Universitarios de la Ciudad de Buenos Aires. 2010.http://www.asapmi.org.ar/images/fichas/ASI%20-%20art%C3%ADculo%20Derecho%20de%20Flia.pdf

4Como sinónimo del “Reino de Dios”
5Gálatas 3:13

viernes, 8 de agosto de 2014

Dios en los Márgenes

Marcos 1:40-42
Esther Baruja es una feminista queer paraguaya. Le gusta explorar la fe cristiana desde paradigmas post-colonialistas.


 Vino a él un leproso que, de rodillas, le dijo:
—Si quieres, puedes limpiarme.
 Jesús, teniendo misericordia de él, extendió la mano, lo tocó y le dijo:
—Quiero, sé limpio.
Tan pronto terminó de hablar, la lepra desapareció del hombre, y quedó limpio.

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Vivir en Impureza

La lepra es conocida actualmente como Mal de Hansen y según los síntomas que presenta la enfermedad no es, en muchos casos, exactamente lo mismo de lo que se habla en la Biblia Hebrea. Según las leyes de pureza cualquier mancha, furúnculo o inflamación en la piel podía ser considerada motivo para declarar “impura” a una persona y marginarla del resto de la sociedad judía (Levítico 13-14).

Esta declaración de cual persona era digna de permanecer en la comunidad y quien no la era se dictaminaba de forma a veces arbitraria. Incluso la cicatriz de una quemadura podría ser señal de impureza.

En algunos casos la “lepra” desaparecía y el Sacerdote declaraba a la persona “pura” de nuevo, según el Código de Santidad ser puro tiene que ver con condiciones requeridas para seguir participando de la vida comunitaria (en todos sus roles) y acceder al templo para adorar al Dios de Israel. Ser puro implicaba ser aceptado/a en la sociedad.

Ser impuro según Lev 13:45-46 significaba la marginación total de la persona: “La persona que contraiga una infección se vestirá de harapos y no se peinará; con el rostro semicubierto irá gritando: "¡Impuro! ¡Impuro!" , y será impuro todo el tiempo que le dure la enfermedad. Es impuro, así que deberá vivir aislado y fuera del campamento.”

Es fácil imaginar el caso de un hombre judío al que el Sacerdote del Templo  lo declarara impuro y cuyo único lugar en el que pueda vivir sea fuera del ámbito social, familiar y religioso de su pueblo. Este hombre debería romper lazos con todas las personas importantes de su vida, él ya no se les podría acercar a menos de 50 pasos y muchos menos soñar con tocarlas de nuevo. Una persona “impura” no debería ser tocada por ninguna persona considerada “pura” por el riesgo de contagio.
La persona con lepra era rechazada de por vida y castigada por una condición que no deseó ni buscó.


A mí también me han declarado “impura”. Por ser Lesbiana a mí también los Sacerdotes del Templo, las autoridades eclesiásticas, los Pastores de iglesias Cristianas, los miembros de congregaciones evangélicas me han ordenado que me vista de harapos y que con el rostro semicubierto vaya gritando:
¡Soy Impura! ¡Impura!

Como en el caso de las personas con lepra, a las personas como yo, a las personas Lesbianas, Gays, Transexuales, Transgéneros se nos ha negado la posibilidad de vivir en comunidad. Una comunidad de relaciones, una comunidad de vivir en igualdad.

Así como la decisión de quien es “impuro” obedecía a la interpretación del que tenía poder en la jerarquía judía, la decisión de declararme “impura” a mí y a toda mi comunidad depende de los poderosos de la Iglesia Cristiana.

Actualmente a casi 40 años de que la Homosexualidad haya sido sacada del Manual de Desórdenes Mentales de la Asociación Americana de Psicología y luego de que se hayan realizado muchas investigaciones serias de otras organizaciones de la salud que afirman que la Orientación Sexual en la humanidad es diversa y ninguna de ellas es una patología y por lo tanto no hay nada que “restaurar” ni “cambiar” para conformarla con la normatividad heterocéntrica. Aún ahora, a pesar de lo que dice la ciencia, muchas denominaciones cristianas son las primeras en declararnos personas “impuras” y somos víctimas de la caza de brujas en nombre de la “pureza”.
No sólo eso, las personas LGBTQ tenemos que vivir con las singularidades particulares del estigma al que nos someten. Si una persona sufre discriminación por racismo, posiblemente su madre y/o su madre, hermanos/as, primos/as etc tienen su mismo color de piel. Esta persona discriminada por su apariencia, por algo innato, no elegido, tiene a su familia, que es igual a ella, que la acepta y la sostiene.

El gay o lesbiana cristiana/o, cuya familia es cristiana, es rechazada incluso por esas personas que más ama.
Nosotras y nosotros somos rechazados/as y confinados/as al mas solitario “leprosorio” por decisión de quienes nos etiquetan de impuros.

Muchas tradiciones de fe justifican la marginación de las personas como yo de la vida religiosa de sus comunidades con 6 o 7 textos de dudosa y variada interpretación que adolecen terriblemente de una exégesis seria.

Tanto ya se ha escrito sobre esos textos “garrotes” (llamados así porque son usados para lastimar), libros y  libros de interpretaciones alternativas, pero sin embargo estas comunidades se niegan a re-examinar sus creencias de tal forma que siguen manteniendo a las personas LGBTQ aisladas en sus “leprosorios”. Dan la espalda a la ciencias que nos han normatizado pero han elaborado ideas pseudo-compasivas como “amar al pecador pero aborrecer al pecado” que no tienen ninguna justificación bíblica ni teológica coherente.

Si me aceptaran, si me amaran deberían aceptarme como soy, con todas las áreas de mi humanidad que me cruzan transversalmente, incluida mi orientación sexual y mi identidad de género. Aspectos que no decidí voluntariamente a sentir ni experimentar como míos.

Cuando Dios Te Toca

Cuando en el Libro de Marcos el leproso se acerca a Jesús él está cometiendo un acto reprobable, el leproso se acerca a una persona que no tiene lepra y le dirige la palabra diciéndole: “
Si quieres puedes limpiarme”.
¿Qué hace que es hombre marginado de la vida comunitaria se acerque a Jesús?
Este hombre ha sido despojado de sus derechos, de todos los que gozaba antes de ser declarado impuro. Ahora es un paria, alguien que debe ser evitado siempre no permitiéndosele ninguna relación con los “puros”.


Para ser aceptado en la comunidad, el leproso debía pasar por el ritual de ser declarado “limpio, puro de nuevo”, acto que sólo se realizaba en el templo con un Sacerdote y siguiendo el procedimientos estricto del Código de Pureza; sin embargo esta persona marginada por su sociedad se dirige a Jesús creyendo que éste tiene poder para liberarlo de su estigma social.

Cuando me encontraba espiritualmente, desfigurada por el rechazo, negada por aquellas personas que creían eran mis hermanos/as, en el obligado leprosorio, desde mi orilla marginal yo también busqué a Jesús. El Jesús con el que había caminado por ya tantos años y del que intentaron  arrebatarme de sus manos.

En mi condición de lesbiana, yo también vivo despojada de mis derechos más elementales, derechos que ninguna tradición de fe debería poder negar a un ser humano. Las leyes de estados independientes y laicos no pueden ni deben legislar en base a dogmas religiosos, aún cuando una fracción mayoritaria del ambiente evangélico esté en desacuerdo con las legitimación de las uniones civiles entre personas del mismo sexo, éstas no tienen el derecho de promover este status quo de desigualdad.


De todas formas, a pesar de todos los estigmas, rompiendo las reglas establecidas por los dogmas, caminé sola los 49 pasos que me separaban de Jesús, el verdaderamente puro, y yo, la leprosa, le dirigí la palabra. La palabra que me es negada, la palabra que creen no tengo derecho a decirla porque soy lesbiana.


Marcos dice que Jesús mira al leproso con misericordia y antes que nada lo TOCA.

A pesar de que las voces oficiales de la iglesia conservadora me han dicho que repita: “Soy impura! Impura” y me aleje avergonzada a vivir en soledad mi supuesto “pecado”, en la gracia Jesús me ha mirado! Y no sólo eso, también me ha tocado! Dios en su misericordia ha permitido que en muchas otras experiencias fuera del “templo” sea tocada. Jesús no ha esperado que una comisión directiva decida sobre mi dignidad como persona ni que un manifiesto afirme mi derecho inalienable al respeto y a la igualdad.

No, Jesús me ha afirmado en mi dignidad porque siempre he sido digna, así como todo ser humano es digno. Jesús me ha declarado pura, no porque haya sido impura por mi orientación sexual, sino que me ha devuelto a la vida comunitaria de la que había sido excluida por la interpretación de ciertos textos bíblicos a la que han llegado algunas iglesias.

Felizmente como vemos en el texto de Marcos la sanidad/limpieza no depende exclusivamente de los sacerdotes del templo, no depende de Instituciones Religiosas enclaustradas en sus muros de auto-complacencia.

Luego de salir del armario he encontrado muchas miradas compasivas y muchas personas me han tocado y me han sanado el alma. Eventualmente luego de algunos años he encontrado algunas denominaciones mas sanadoras que otras.

Las primeras personas con las que me encontré en mi aislamiento “impuro” impuesto por el fundamentalismo han sido en encuentros no religiosos; estas personas que no tenían la autoridad institucional religiosa de mirarme tenían, porque Dios obra de maneras misteriosas,  el poder del Espíritu Santo que se manifiesta en las voces proféticas incómodas, este Espíritu de aceptación que también se  hizo palpable en el  deseo de verme y aceptarme tal cual como soy, como un SER HUMANO.

Muchas familias de personas de mi comunidad se encuentran en la duda de ofrecer o no un toque liberador y mas aún un abrazo amoroso a su hijo gay o hija lesbiana.
Estas familias cristianas están en la disyuntiva de seguir el Espíritu de gracia o seguir los dogmas de supuesta “pureza”.

El mensaje institucional les indica que deben negarnos el toque sanador de la aceptación basado en la doctrina fundamentalista predicada con pasión desde los púlpitos, sermones que esgrimen estar en “defensa de la familia”. Este mensaje no tiene en cuenta a MI familia, la que sufre, la que aprende a rechazar con textos bíblicos fuera de contexto y en nombre de la fe. Madres, padres aprenden que deben orar a Dios para que “cambiemos”, aunque en realidad no haya nada que cambiar, por lo menos en lo que respecta a orientación sexual.
 

¿Quién es este sencillo carpintero de Nazaret que cree tener el poder para hacer lo que sólo un Sacerdote/Pastor del templo podía hacer?
¿Quién es éste que fuera de la Institución Religiosa imperante decide romper las reglas y tocar a un “intocable”?
¿Cuántas y cuantos Jesús tenemos en las iglesias que se animarían a tocarme?

Jesús lo toca, me toca, Jesús se arriesga a ser también considerado impuro y le dice: “Quiero, sé limpio” y el hombre fue limpiado. Jesús deseaba que esta persona tenga una vida plena. Esta persona recuperó su lugar y fue nuevamente aceptada en su sociedad con el toque “sanador” de Jesús.

Salir del Templo para Tocar y ser Tocados/as

Si trasladamos estas ideas sobre pureza/impureza quienes serían los “intocables” de nuestra sociedad ahora?
Tenemos muchos lastimosamente, los pobres, las mujeres, los/as niños/as de la calle,  los indígenas de nuestros pueblos originarios, los inmigrantes. Tenemos tantas personas que necesitan ser tocadas. Tantas personas con necesidad de recibir una mirada directa, en el mismo nivel en plan de igualdad y no desde arriba hacia abajo con aires de superioridad.

Ser LGBTQ en nuestros días es ser considerado/a impuro/a por la mayoría de las denominaciones cristianas de Latinoamérica. Aún así, sé que existen personas cristianas con corazón sincero, que han llegado a entender desde la fe que la orientación homosexual no es pecado y que sinceramente han hecho el esfuerzo de mostrarme la gracia de Dios con su acompañamiento, algunas de ellas se encuentran en posiciones de poder, en puestos políticos que responden a las estructuras denominacionales por lo cual “tocarme” fuera del templo, a la vista de todas y todos  las convertiría en “impuras”, así como yo lo soy para muchos.

Jesús no depende de estructuras ni de comités directivos; Jesús tocó al leproso fuera del templo y lo limpió. Jesús tocó a esta persona y le devolvió la posibilidad de SER que resulta de la interacción entre dos personas que se miran y se reconocen como seres humanos inherentemente dignas de respeto. Si, el Jesús histórico, el hombre, hablaba, caminaba, comía, reía con otros seres humanos.

Muchas de estas personas sanadoras que están en mi vida no tienen ninguna afiliación religiosa, algunas son ateas o agnósticas, pero han sido las primeras en mostrarme a Jesús, aunque estas últimas no lo vean o sientan así.

Los grupos de activistas por los derechos de las personas LGBTQ están cumpliendo el rol sanador que la iglesia cristiana se niega a realizar por empecinarse en mantener dogmas patriarcales heterocentristas por sobre los dos más grandes mandamientos dados por Jesús en Lucas 10:27
 “Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con todas tus fuerzas y con toda tu mente; y a tu prójimo como a ti mismo.”

 Doy gracias a Dios por las/os activistas sociales que cumplen un rol liberador en la vida de tantas personas de mi comunidad.  Así como Jesús no era aceptado en el ámbito oficial de la adoración en el Templo, así como fue perseguido por los/as que se consideraban mejores y más dignos de ser hijos e hijas de Dios, así también, estos activistas, como Jesús han sido rechazados/as. Ciertamente sus posiciones políticas son un peligro para el buen vivir del que vive cómodo y por lo tanto deben ser descartadas por no pasar el “código actual de pureza evangélica”.

Pero por otro lado, ¿Qué hacen aquellas personas cristianas en puestos de poder que saben que ser LGBTQ no es pecado pero siguen callando por miedo a perder sus privilegios en las iglesias, que callan porque temen perder feligreses y donaciones que vienen de entes conservadores?

Mientras más callen más personas de mi comunidad seguirán aisladas, creyéndose “impuras”,  muchas no aguantaran la presión social de ser marginadas por sus familias que influenciadas por las iglesias siguen negándole el toque sanador de la aceptación.
El indice de depresión en mi comunidad es alto, no porque seamos LGBTQ, sino porque el estigma y la discriminación a la que nos someten es difícil de soportar. Ultimamente los casos de suicidios de adolescentes no-heterosexuales han sacudidos los medios de comunicación, pero nunca sabremos los datos exactos de este aniquilamiento silencioso porque en las familias cristianas decir que un hijo o hija es gay o lesbiana es una vergüenza que se debe evitar con la negación.

El profeta Oseas dice “mi pueblo perece por falta de conocimiento” 4:6;  mi pueblo, mi comunidad perece literalmente, muchos/as mueren, se auto-eliminan en sus “leprosorios” en solitaria deshumanización.

Dónde están los/as seguidores del Jesús que se atrevió a tocar al leproso!?
¿Acaso la vida de una persona no vale más que un puesto en un comité? ¿Acaso Jesús no fue rechazado por la cúpula de poder por ir en contra de preceptos que oprimían en vez de liberar?

¿Qué hacen las instituciones y sus representantes oficiales mientras tantas personas LGBTQ cristianas que desean una vida comunitaria de fe andan solas como ovejas sin pastor. Con el agregado de ser despreciadas y aisladas con vehemencia por los/as cristianos que creen que ser “heterosexuales” es un requisito para ser cristiano/a?

¿Qué hacen con el Jesús que extiende la mano y toca a la persona LGBTQ haciéndose El mismo una persona LGBTQ para sentir conmigo el rechazo y la discriminación? ¿Lo van a rechazar también? ¿Van a darle la espalda y van a encerrarse en sus templos para sólo salir a realizar marchas nefastas como “queremos papá y mamá”?

Aun así, el Espíritu liberador fluye y sana, no depende de ustedes, ni de nosotras las personas llamadas “impuras” por la mayoría cristiana de Latinoamérica.
Fuera del Templo, dentro del Templo, Dios sigue siendo Dios y los/as que creemos en su existencia y poder liberadores seguimos siendo sus hijas e hijos.

Lo que si depende de ustedes, hermanas y hermanos en la fe, es el decidir a continuar oponiéndose al Espíritu o a unirse a su fuerza liberadora para ministrar vida y no muerte.
Lo que si depende de ustedes es el ponerse del lado más justo ahora y no esperar 100 años para disculparse por haber sido cómplices del daño realizado.
Lo que si depende de ustedes es que extiendan su mano y nos toquen, nos liberen del estigma y acerquemos juntas y juntos el Reino de Dios, que es lo mismo que la Comunidad Amada de Dios.

Paz y Bien,

Esther Baruja


lunes, 28 de julio de 2014

La iglesia sodomita

-Rev. J. Manny Santiago Rodríguez

En tiempos recientes no se usa mucho, pero en tiempos pasados era la norma. Aunque aún queda en la jerga legal el término “sodomía”, la verdad es que a la comunidad gay masculina no se le llama “sodomita” muy de seguido. Es de esperarse que ya no se le llame al hombre gay “sodomita”, puesto que la historia de Sodoma y Gomorra nada tiene que ver con la orientación sexual. Pero vamos, que me estoy adelantando a la discusión. La verdad es que la Iglesia – y hablo de la Iglesia con mayúscula, o sea, la comunidad religiosa sin importar su denominación – denuncia la orientación sexual no heterosexual mientras como pecaminosa, sin darse cuenta que al hacerlo, se convierte, precisamente, en una Iglesia sodomita.
No quiero aburrir a mis lectoras y lectores con largas ponencias teológicas ni con apologías. Solo quiero señalar algunas cosas que, en su ceguera conservadora y fundamentalista, muchas personas ni se han dado cuenta. Lo gracioso es que son las mismas personas que gritan a los cuatro vientos que la Biblia es la palabra inerrante de Dios, que debem701070402_origos tomarla a la letra y que es necesario el creer cada palabra allí citada como inspirada sin error por el Espíritu Santo para alcanzar la vida eterna quienes no le han puesto atención a las historias de la Biblia ni a sus interpretaciones… ¡según aparecen en la Biblia misma! Así que aquí les va un poquito de iluminación, para ver si en algún momento se les prende el bombillo y deciden estudiar la Biblia de verdad.
Pues comencemos por el principio: la historia bíblica de Sodoma y Gomorra. La misma la encontramos en el libro de Génesis 18.16-19.38. En resumen, esto es lo que ocurre: Dios visita a Abraham y le indica que ha visto la maldad de las ciudades de Sodoma y Gomorra. Lot, el sobrino de Abraham, vive en Sodoma con su esposa y dos hijas. Abraham, preocupado por el bienestar de su sobrino y su familia, decide interceder por Lot. Dios promete a Abraham que si encuentra el mínimo de personas sin pecado en Sodoma y Gomorra, no destruirá las ciudades.
Cuando Dios miró de nuevo a las ciudades de Sodoma y Gomorra, la maldad era tal, que decidió destruirlas de todas maneras. Así que envió mensajeros a Lot y su familia para que abandonaran la ciudad y se salvaran. En el momento en que los visitantes llegan a la casa de Lot, el rumor pasa a oídos de la gente de Sodoma y Gomorra – o sea, los sodomitas y gomorritas – éstos salieron para intimidar a los visitantes.
Hay varias cosas importantes en la historia de Sodoma y Gomorra que los supuestos literalistas bíblicos prefieren no leer. También hay elementos en la historia que no pueden leerse fuera del contexto de las leyes levíticas bíblicas, algo que los literalistas – quienes dicen que hay que tomar TODA la Biblia de manera literal, que hay que prestarle atención a cada letra, cada palabra, cada oración – no hacen o no quieren hacer. Así que quisiera presentar mis argumentos para demostrar, de una vez y por todas, que los sodomitas (y gomorritas) de la modernidad son, en específico, quienes más condenan a las comunidades gay, lesbiana, bisexual y transgénero.
¿Por qué hago esto? Sencillo. Primero, porque es algo de lo que casi no se ha escrito en español. Existen miles de ensayos, libros y recursos en inglés sobre este tema, pero muy poco existe en español. Segundo, lo poco que existe en español, en su mayoría, son traducciones de los trabajos en inglés (u otras lenguas) por lo que no está escrito desde la realidad del pueblo hispanohablante. Tercero, porque es un tema que me toca personalmente como persona que profesa la fe cristiana, dentro de su forma protestante y de la tradición bautista. Además, finalmente, como hombre gay y miembro del clero, es importante para mí que temas como este se desarrollen puesto que, como dice la Biblia “Mi pueblo fue destruido, porque le faltó conocimiento…” (Oseas 4.6a) O, como nos recuerda de nuevo Dios en el libro de Isaías 5.13, “Por tanto, mi pueblo fue llevado cautivo, porque no tuvo conocimiento; y su gloria pereció de hambre, y su multitud se secó de sed.” Así que, con gusto comparto algo de conocimiento sobre la Biblia con quienes dicen haberla leído y seguir sus estatutos pero que dejan ver su ignorancia acerca del texto sagrado.
Ahora démosle una lectura seria al texto de la historia de Sodoma y Gomorra y lo que la misma Biblia dice sobre ella.
Aunque no pretendo dar una lectura completa, hermenéutica o apologética – o sea, esto no es un ensayo teológico, sino un corto ensayo expositivo – quiero hacer referencias a algunos puntos que los literalistas prefieren obviar cuando leen la historia de Sodoma y Gomorra.
Primero, tenemos que tener en cuenta las costumbres semíticas con respecto a la hospitalidad. Viviendo en lugares desiertos, donde la vida de cualquier persona corre peligro ya sea por la falta de agua, por el calor o por los animales y plantas venenosas del desierto, el mostrar hospitalidad es sumamente importante en la cultura semítica. La Biblia contiene leyes bien específicas acerca de cómo tratar a los extranjeros y las extranjeras que viven entre el pueblo hebreo. Una mirada rápida al Pentateuco nos ofrece una clara evidencia de la forma en que Dios le pide al pueblo que trate a personas extranjeras que vivan o visiten entre el pueblo de Israel. Y, como a los literalistas les gusta mucho el arrojar versículos bíblicos a diestra y siniestra, aquí les tengo algunos con respecto a las leyes de hospitalidad: Éxodo 12.49; 22.21; 23.9; Levítico 19.10, 33-34; 23.22; 24.22; 25.6, 23, 35, 47; Números 9.14; 15.14-16, 26, 29; Deuteronomio 1.16; 10.18-19; 14.29; 16.11, 14; 23.7; 24.14, 17, 19-21, 26.11-13; 27.19. Aunque estas leyes fueron codificadas mucho después de los sucesos de Sodoma y Gomorra, nos ofrecen una visión de lo importante que era – y es – para Dios el proteger a quienes son extranjeros en tierras extrañas.
Cuando los visitantes llegaron a casa de la familia de Lot, el pueblo de Sodoma salió de manera violenta a recibir a los extranjeros. Ciertamente, el pueblo de Sodoma (y de Gomorra) no era parte de quienes llegaría a ser el pueblo de Israel, pero entre ellos vivía Lot y su familia, que, por acción del pacto de Dios con Abraham y Sarah, eran parte del pueblo que Dios escogió para revelarse a sí mismo.
Segundo – y aquí lo más importante de la historia – es que las referencias bíblicas con respecto al pecado de Sodoma y Gomorra es contundente. ¡Nada que ver con homosexualidad! Sí, hay pecado de inmoralidad sexual, pero no es el que los literalistas quieren imponer al texto. ¡El pecado de inmoralidad sexual lo comete Lot! ¿Cómo? Pues así mismo como lee. El pecado de inmoralidad sexual lo comete Lot al ofrecer sus propias hijas a la multitud para que las violen. ¿No han leído esto los literalistas en la historia? Pues le cito, según Génesis 19.6-8: “Entonces Lot salió a ellos a la puerta, y cerró la puerta tras sí, y dijo: ‘Os ruego, hermanos míos, que no hagáis tal maldad. He aquí ahora yo tengo dos hijas que no han conocido varón; os las sacaré fuera, y haced de ellas como bien os pareciere; solamente que a estos varones no hagáis nada, pues que vinieron a la sombra de mi tejado.’” En ningún momento se nos dice cuál era la intención de la multitud con respecto a los ángeles que vinieron a visitar a Lot. La verdad es que no sabemos si la intención era de violarles, de pegarles o de maltratarles; pero de todas maneras, podemos inferir que la intención no era tratarles bien, sino humillarles. Entonces Lot, en se desesperación de que sus huéspedes no sean maltratados, ¡ofrece a sus propias hijas para que sean maltratadas! ¿Cuántos literalistas hablan acerca de estas acciones de Lot? Ninguno. O por lo menos, no he escuchado a ningún literalista condenar a Lot.
Ahora, veamos lo que la misma Biblia nos dice que es el pecado de Sodoma y de su hermana Gomorra… (Si quieren, aquí pueden escuchar los tambores… porque es una de esas revelaciones que, como dicen en mi país, “se cae de la mata”, pero que nadie lee.) Según Ezequiel 16.49-50, Dios mismo nos dice que esta fue la maldad de Sodoma: “He aquí que esta fue la maldad de Sodoma tu hermana: soberbia, saciedad de pan, y abundancia de ociosidad tuvieron ella y sus hijas; y no fortaleció la mano del afligido y del menesteroso. Y se llenaron de soberbia, e hicieron abominación delante de mí, y cuando lo vi las quité.” Les cito los pecados: soberbia, saciedad de pan, abundancia de ociosidad, no fortalecer la mano del afligido y el menesteroso abominación. (Y aquí, recordemos que “abominación”, según la Biblia, puede ser cualquier cosa desde no limpiarse correctamente, según Levítico 7.21 hasta adorar ídolos según Deuteronomio 7.25).
Es interesante que en una de las instancias en que Jesús utiliza el ejemplo de Sodoma y Gomorra según lo leemos en Marcos 6.7-13, es en el contexto de que sus seguidores no sean recibidos de buena manera en tierras extranjeras. O sea, ¡que el mismo Jesús sabía que el pecado de Sodoma y Gomorra fue la inhospitalidad!
Como dije al principio, este no es un ensayo teológico hermenéutico o apologético, solamente un ensayo expositivo para dejarle saber a los literalistas lo alejados que están sobre la lectura del texto. Así que, entendiendo que podríamos escribir muchos otros ensayos sobre el tema, me adelanto a compartir algunas conclusiones con mis lectoras y lectores.
Entre las conclusiones a las que he llegado al prestarle atención al texto están las siguientes:
  1. La iglesia cristiana contemporánea, en especial la mayoría de las comunidades evangélicas y fundamentalistas, son el vivo ejemplo de sodomía. En ellas no se permiten personas ajenas a su grey (extranjeros y extranjeras). Las mismas no comparten la mesa con quien viene en busca de pan y vino (muchas mantienen la mesa de comunión cerrada, vetada a quienes no sean parte de las congregaciones o denominaciones particulares). Muchas de estas comunidades son soberbias, predicando que ellas, y solo ellas, tienen la verdad inalienable de Dios. Además, practican la abominación de idolatría, al poner a la Biblia – una creación humana – por encima de Dios, de la revelación de Dios en Jesucristo y de la dirección del Espíritu Santo, quien es responsable de “guiarnos a toda verdad” según nos dice Jesús en Juan 16.13.
  2. La iglesia cristiana contemporánea – otra vez, en especial las comunidades evangélicas y fundamentalistas – no son literalistas. Sus líderes y miembros NO toman la Biblia de manera literal. Por el contrario, estas comunidades leen sus propios prejuicios en cada historia bíblica, sin prestar atención a la dirección del Espíritu Santo ni de la historia del pueblo que nos dio las Sagradas Escrituras. De hecho, no hay tal cosa como “interpretación literal” de ningún texto. Toda persona que lee, lo hace desde una realidad histórica, social, religiosa, económica, familiar, geográfica y tantas circunstancias que nos hacen seres humanos.
  3. La iglesia cristiana contemporánea es hipócrita, pues utiliza sus propias bíblicas para imponer sus creencias sobre otras personas, en vez de permitir que sea Dios, a través del Espíritu Santo, quien dirija a los individuos a una lectura bíblica que nos acerque a Dios.
  4. Finalmente, la iglesia cristiana contemporánea, en especial las comunidades evangélicas y fundamentalistas, al tratar de imponer sus propias lecturas al texto bíblico, no dejar que el Espíritu sea quien les dirija y querer añadir y quitar cosas del texto de manera indiscriminada, están cometiendo el pecado que tanto aborrecen: quitar y añadir a la Biblia. Como nos dicen las Sagradas Escrituras, en Deuteronomio 12.32: “Cuidarás de hacer todo lo que yo te mando; no añadirás a ello, ni de ello quitarás.” Y luego nos repite en Apocalipsis 22.19: “Y si alguno quitare de las palabras del libro de esta profecía, Dios quitará su parte del libro de la vida, y de la santa ciudad y de las cosas que están escritas en este libro.” Así que, ¿qué esperan estas comunidades para arrepentirse, para mirar de nuevo a Dios y pedir perdón por sus pecados de sodomía e idolatría y reconciliarse con el Creador? Les insto a reconsiderar sus caminos sodomitas pecaminosos y abrir las puertas de sus iglesias y de sus corazones a recibir a toda la creación de Dios (Romanos 8.22-23), y de esta manera cumplir el sueño de Dios de crear un cielo nuevo y una tierra nueva donde “Enjugará Dios toda lágrima de los ojos de ellos; y ya no habrá muerte, ni habrá más llanto, ni clamor, ni dolor; porque las primeras cosas pasaron.” (Apocalipsis 21.2)

martes, 17 de junio de 2014

Anuncio mi servicio de instalación como pastora de la United Church of Christ Congregational


Este próximo sábado será mi instalación pastoral en la United Church of Christ Congregational. Esta iglesia está sirviendo a Dios en esta comunidad de Plainfield desde el 1876. Sí, son 138 años de existencia y como a mí me gusta romper barreras pues es con mucha alegría, gratitud a Dios y profunda satisfacción que me convierto en la 1ra mujer pastora de esta congregación, 1ra persona latina que pastorea esta congregación, y 1ra mujer abiertamente gay que pastorea esta congregación. 
Sí, hasta aquí me ha traído Dios, a Él sea la gloria por siempre. 
Es mi oración que con todo lo que soy, tal y como soy, con mis pasiones y mis inconsistencias humanas yo pueda ser un instrumento fiel a Dios, instrumento de paz y justicia, amor y compasión para mi congregación y para esta comunidad de Plainfield. Así me ayude Dios.

martes, 10 de junio de 2014

Sodoma y Gomorra, otra mirada.



Antes de empezar la redacción de estos párrafos debo decir que me estoy limitando al análisis exclusivo del caso de las ciudades de Sodoma y Gomorra. Esto quiere decir que procuraré determinar las razones bíblicas y teológicas que llevaron a la destrucción de ambas poblaciones. En este comentario no intento establecer la pecaminosidad o no de prácticas consideradas por muchas personas como desviaciones de su sexualidad. También debo anticipar que deberé limitarme al análisis de los versículos más importantes y determinantes del relato.
Las ciudades de Sodoma y Gomorra son muy conocidas, quizás sean de las más famosas de toda la Biblia. Nos llegan sus noticias desde el Antiguo Testamento. Hoy en día son sinónimo de ciudades pecadoras, sobre todo, y según el pensamiento generalizado, de pecados de índole sexual. La pregunta que procuramos responder en este texto es: ¿Cuál fue el verdadero pecado por el que fueron destruidas estas dos ciudades?
Encontramos el relato en el capítulo 19 del Génesis. Sin embargo se menciona repetidas veces a los largo de la Escritura.
El primer versículo clave se encuentra en Génesis 19:5
“Llamaron a Lot y le dijeron:
—¿Dónde están los hombres que vinieron a pasar la noche en tu casa? ¡Échalos afuera! ¡Queremos acostarnos con ellos!”
Tenemos aquí un texto que ha sido traducido e interpretado, a partir de la Edad Media, con un matiz muy específico. Sin embargo, un estudio más profundo del hebreo en el que fue escrito nos puede ayudar a comprender mejor lo que sucedía. El verbo hebreo  yadá, traducido como “acostarnos” en el versículo, se traduce más frecuentemente como “conocer”.
Este verbo aparece seis veces. En Génesis 18:19 Dios dice de Abraham “lo he conocido”, aludiendo, sin duda alguna, a la alianza solemne establecida en Génesis 17: 2.  En Génesis 18:21 Dios quiere bajar hasta Sodoma para “conocer” los hechos, es decir, “reconocer” o “investigar”.  En el texto que nos ocupa, Génesis 19:5 los habitantes de Sodoma exigen “conocer” a los mensajeros divinos para “reconocer”, es decir: interrogarlos. En Génesis 19:8 las hijas de Lot no han “conocido marido”, o sea, no están casadas pero sí están prometidas (19:14). Por último, en 19:33 y 19:35, cuando las jóvenes se acuestan (Heb. shákhab) incestuosamente con su padre, él no “conoce” lo que pasa.
En el primer caso la palabra es utilizada como forma de conocimiento formal de un tratado o pacto. En el segundo caso, la misma palabra se utiliza para denotar conocimiento intelectual, analítico. En el tercer caso, se repite la noción de interrogar al extranjero para investigarlo inquisitivamente, casi seguro con violencia. En el cuarto caso se habla de las hijas de Lot como vírgenes, y en los dos últimos casos se utiliza otra palabra para describir el acto sexual y se vuelve a utilizar yadá para demostrar la inocencia de Lot, ya que él no tenía conocimiento de lo que sucedía.  (Para un estudio más completo de la palabra véase: http://concordances.org/hebrew/3045.htm).
Debemos reconocer que la Biblia Hebraica, para hablar específicamente de la vida sexual,  recurre con más frecuencia a dos verbos: “llegar” (boo) y “acostarse” (shákhab). Donde “llegarse” a alguien normalmente equivale a “tener relaciones sexuales”. Por ejemplo, Jacob solicita a su tío Labán permiso para llegarse a Raquel (Génesis 29:21). En cuanto a shákhab, la esposa de Potifar pide repetidamente a José que se acueste con ella (Génesis 39:7-12).
Teniendo en cuenta el análisis anterior podemos entender los versículos siguientes (Génesis 19:6) como el afán de Lot por evitar un interrogatorio violento, injusto y vejatorio. Como respuesta, Lot es amenazado con recibir un castigo peor (Génesis 19:9).  La palabra que aparece traducida por “perversidad” en el versículo 8 no describe el tipo de pecado que se iba a realizar, podría traducirse también por “maldad”. (Para una profundización de la palabra hebrea http://concordances.org/hebrew/7489a.htm). Es importante saber que las leyes a las que obedecía Lot permitía el comercio de hijas. Las podía regalar o vender (Éxodo 21:7-9). En todo caso, no debemos conjeturar más allá de lo que el texto nos permite, ni tampoco debemos pensar que el episodio de un pecado no realizado (el texto dice que nunca llega a efectuarse), puede ser determinante para el destino de las dos ciudades.
Como anoté más arriba las famosas ciudades de Sodoma y Gomorra vuelven a aparecer en otros textos de la Biblia. Es el caso de los profetas Isaías, Jeremías, Ezequiel, Amós y Sofonías, también se menciona en el libro de Lamentaciones.
En el libro de Isaías se mencionan en 1:9; 1:10; 3:9 y 13:19, pero no se hace alusión a ningún tipo de pecado sexual. Se admite que en esas ciudades sucedía algo atroz, inaceptable, pero no se aclara qué era lo que sucedía. En este punto, aún no podemos determinar cuál fue el pecado que las llevo a la destrucción.
En Jeremías las encontramos en 23:14; 49:18 y 50:40 pero tampoco podemos apuntar indicios de un pecado únicamente de índole sexual. Me llama la atención el texto de Jeremías 23:14
“Y entre los profetas de Jerusalén he observado cosas terribles: cometen adulterio, y viven en la mentira; fortalecen las manos de los malhechores, ninguno se convierte de su maldad. Todos ellos son para mí como Sodoma; los habitantes de Jerusalén son como Gomorra.” 
En él se compara a los profetas de Jerusalén con aquellos habitantes pecadores de Sodoma y Gomorra. Pero aunque se mencionan varios pecados (adulterio, mentira, apoyan a los malhechores), no podemos determinar aún cuál es el pecado que destruye a Sodoma y Gomorra. Lo que sí nos permite este texto de Jeremías es comparar ese pecado (aún no mencionado) con el del adulterio y el de la mentira. Una cosa es segura: el pecado de Sodoma y Gomorra era valorado por Dios exactamente igual que el adulterio y que la mentira.
En el libro de Lamentaciones se mencionan una única vez en 4:6 y, contra todo pronóstico, se menciona que “Más grande que los pecados de Sodoma es la iniquidad de Jerusalén…” Es decir, que en Jerusalén se pecaba aún más que en Sodoma y Gomorra. Y ésta última también fue destruida en el año 587 a.C. por el ejército de Nabucodonosor II.
En Ezequiel se mencionan 5 veces: 16:46; 16:48; 16:49; 16:53; 16:56. En este libro podemos encontrar la descripción más importante acerca del pecado de Sodoma y Gomorra, que podemos leer en 16:49-50
“Tu hermana Sodoma y sus aldeas pecaron de soberbia, gula, apatía, e indiferencia hacia el pobre y el indigente. Se creían superiores a otras, y en mi presencia se entregaron a prácticas repugnantes. Por eso, tal como lo has visto, las he destruido.”
Este texto es revelador. El pecado por el que fueron destruidas va mucho más allá de la perversidad sexual (que de seguro había, igual que en todas las ciudades). Sus pecados, enlistados claramente fueron: Soberbia, gula, apatía, indiferencia hacia el pobre y el indigente y el orgullo (se creían superiores a otras). Todo lo anterior genera una cultura de “practicas repugnantes”, rechazadas por Dios. Por eso fueron destruidas esas ciudades. En todos los textos mencionados hasta ahora, los nombres de Sodoma y Gomorra sirven como ejemplo de una realidad social donde los pobres sufren injusticia, corrupción, opresión y violencia. No es de extrañar que a los extranjeros los quisieran tratar con injusticia y con violencia.
Ya en el Nuevo Testamento podemos encontrarlas mencionadas múltiples veces. (Mt. 10:15;Mt. 11:23; Mt. 11:24; Lc. 10:12; Lc. 17:29; Rom. 9:29; 2 Ped. 2:6; Jud. 1:7; Ap. 11:8).
En los Evangelios, toda vez que se mencionan se utilizan como punto de comparación con el día del juicio final. Poniendo la suerte de las ciudades como mejor que la suerte de los que serán castigados el día del juicio final.
En Romanos y en 2 de Pedro, se mencionan como recordatorio para todos los impíos. Una generalización para todo pecador.
En Judas encontramos un texto llamativo en el que se mencionan pecados sexuales en Sodoma y Gomorra. El texto aparece justo después de mencionar el pecado de los “ángeles” que, evidentemente, no tuvo nada que ver con el homosexualismo. Además, el texto equipara los actos de Sodoma y Gomorra con los de los ángeles desobedientes. La palabra griega utilizada es ekporneusasai (de porneia) que debe traducirse, por norma, como adulterio. (Para una profundización del término véase: http://concordances.org/greek/1608.htm). Unida a esta palabra podemos encontrar una enigmática frase griega que unos pocos han traducido como “actos contra la naturaleza”. Sin embargo la gran mayoría de las versiones de la Biblia (tanto en castellano como en inglés) no lo hace así. Literalmente el griego se lee: “Ir tras otra carne” (Podemos ver una comparación de traducciones aquí: http://bibliaparalela.com/jude/1-7.htm). Esta frase no describe el tipo de pecado, aunque puede inducir a la noción de “adulterio” o “fornicación”.
Finalmente Apocalipsis las menciona una única vez, donde se habla de la última destrucción de Jerusalén.
Habiendo analizado todos los textos bíblicos acerca de las ciudades Sodoma y Gomorra, debemos desmentir el mito generalizado de que fueron destruidas por un pecado de índole sexual y mucho menos que tenga que ver con la homosexualidad. Antes bien, su pecado se enmarca dentro de la injusticia, opresión, orgullo, soberbia, gula, apatía…