En días recientes el periódico en línea The Huffington Post publicó su lista de “Los 15 Líderes Religiosos LGBT Más Inspiradores”. Me llegó como una sorpresa el que este periódico me nombrara como una de estas quince personas, especialmente cuando la lista contiene nombres de importantes personalidades de la vida religiosa de los Estados Unidos. Yo, por mi parte, solo soy un pastor de iglesia local que no he hecho nada extraordinario. De todas maneras, como me recordó una feligrés, es algo para celebrar y para sentirse orgulloso. Así que lo recibo y lo disfruto con humildad.
Como era de esperarse el periódico se inundó de comentarios. Siendo que esto de ser nombrado por un periódico es algo nuevo para mí, no pude contenerme de leer algunos de los comentarios que las personas lectoras publicaron. Definitivamente, esto es algo que no le recomiendo a nadie. Peor por supuesto, como dice el dicho, “la curiosidad mató al gato” y yo tuve que meter mis narices en estos comentarios donde mi nombre, lugar de trabajo y foto fueron publicadas.
Para serle sincero, la emoción de haber sido reconocido duró más o menos dos horas. Este fue el tiempo que les tomó a las personas hacer comentarios denigrantes y ofensivos contra este servidor y contra las otras personas allí mencionadas. Los comentarios, en su mayoría, fueron negativos. Por supuesto que no he vuelto a ver otros comentarios, pero los que leí me dejaron un poco pasmado y hasta atemorizado.
Algunas personas citaron textos bíblicos, por lo general fuera de contexto. Una que otra persona cuestionó nuestra sinceridad al pertenecer tanto a religiones organizadas – que tradicionalmente han sido hostiles a las comunidades elegebeté – y a las comunidades elegebeté al mismo tiempo. Otras pasaron juicio sobre nuestras vidas sin ni siquiera saber nada de ninguna de las personas allí mencionadas. En fin, que el discurso de los comentarios dejados en el periódico fue mayormente violento y de intimidación. Lo interesante es que los comentarios vinieron tanto de personas que se autoproclaman como religiosas así como de personas elgebeté que han sido heridas por las religiones organizadas y sus políticas de exclusión.
Desafortunadamente, este es el clima en el cual muchas personas elegebeté religiosas nos encontramos cada día. Por un lado, se nos acusa de “pecadores y pecadoras” por, supuestamente, “elegir un estilo de vida contrario a las leyes de Dios”. Por el otro lado, las personas elegebeté nos acusan de vender nuestros principios por caer en los brazos seductores de una institución opresora, sexista, homofóbica y heteronormativa como es la religión organizada. Este clima se traduce en un discurso violento que no reconoce la libertad de cada persona a elegir la forma en que ha de reconciliar su espiritualidad y su sexualidad.
Hasta el día de hoy he tenido el privilegio de contar con amistades tanto religiosas como ateas. Muchas de estas amistades son cristianas, otras son budistas o paganas o judías o musulmanas… Algunas de estas amistades son agnósticas o completamente ateas. De hecho, la persona que más apoyo me ha ofrecido desde que salí del armario en 1997 ha sido una mujer lesbiana y atea. Tanto cariño, respeto y admiración le tengo que la he adoptado como mi “pati-madre” y ella me ha adoptado como su “pati-hijo”, al punto que cuando tuve la oportunidad de conocer a su hijo natural, ella nos presentó como el hermano el uno del otro.
Mis amistades y yo tenemos muchísimas diferencias. Algunas veces estas diferencias son tan grandes que no podemos llegar a acuerdos, pero nunca nos hemos sentido con el derecho de lastimar a la otra persona por el mero hecho de no compartir ideas o creencias similares. Nuestro discurso es de respeto. Siempre hemos puesto esfuerzo en mantener la violencia fuera de nuestro discurso, aun cuando tenemos diferencias.
Esto es lo que no experimenté esta semana al leer los comentarios en el periódico. Lo más doloroso, sin embargo, fue leer comentarios violentos tanto en un lado como en el otro. El discurso violento, me di cuenta, no es dominio exclusivo de las comunidades religiosas, sino que comunidades oprimidas lo estamos emulando, quizás para desdicha propia. Lo mejor sería reexaminar nuestro discurso y hacerle saber a quienes nos condenan que es posible tener diferencias de opinión sin necesidad de llegar a la violencia. Además, es imprescindible que entendamos que personas elegebeté estamos, estuvimos y siempre estaremos presente en la vida de las religiones organizadas. Así mismo, la religión y la espiritualidad continuará siendo una parte importante de muchas personas elegebeté.
* J. Manny Santiago, MDiv, es nacido en Puerto Rico, Bautista Americano de cuarta generación. Es escritor, pastor, profesor universitario, organizador comunitario, orador y teólogo. Actualmente el Rvdo. Santiago es pastor en la Iglesia Bautista Universitaria en Seattle, WA. Santiago es también conferencista a distancia del departamento de humanidades de la Universidad Interamericana en Ponce, Puerto Rico y trabaja a nivel nacional con la juventud de las Iglesias Bautistas Americanas.
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