By J. Manny Santiago
En las comunidades elegebeté (lesbiana, gay, bisexual y transexual) ésta última letra siempre se queda rezagada. Esto no es culpa de la comunidad – o debería decir, “comunidades” – trans, sino que ha sido una actitud sistemática de parte de las comunidades elegebe el mantener al margen a estas otras comunidades. Si bien es cierto que esta marginalización es evidente dentro de las comunidades elegebe, la misma es mucho más evidente en las comunidades religiosas.
Es bien sabido que aun dentro de las comunidades religiosas – en específico, cristianas – las comunidades transgénero, transexual y travesti son, no solamente ignoradas sistemáticamente, sino hasta demonizadas. Esta demonización de las comunidades trans es algo que debe tomarse en cuenta a la hora de hacer teología y de entender el llamado cristiano a la aceptación y a la diversidad.
En ocasiones me pregunto, ¿qué diría Dios de las comunidades trans? La respuesta a esta pregunta es mucho más simple de lo que muchas personas querrían que fuera. Aquí les dejo mi lectura socio-teológica de las Escrituras Sagradas con respecto a la relación de Dios con las comunidades trans.
Primero tenemos que definir de manera general las comunidades trans. El término transgénero es utilizado como una descripción de aquellas personas cuya identidad de género no se conforma a las normas sociales impuestas a su sexo biológico. Así, las personas transgénero pueden ser transexuales, travestis o personas de género no conformista. Hay que mantener en mente, sin embargo, que no podemos y no debemos asumir que una persona es transgénero simplemente porque no se conforma a nuestras definiciones de masculinidad o feminidad. Siempre es importante dejar que la persona misma se identifique a sí misma. Entre algunas personas dentro de las comunidades trans, el término transexual no es bien recibido, ya que tiene sus orígenes en la medicina y por lo general es utilizado para establecer un diagnóstico socio-sicológico. Asi mismo, dentro de las comunidades angloparlantes el término travesti es generalmente utilizado de manera ofensiva. Sin embargo, entre las comunidades hispanohablantes, el término travesti se refiere, por lo general, a aquellas personas que utilizan el transformismo como forma de entretenimiento o como estimulante erótico, independientemente de su identidad de género. O sea, que una persona puede ser travesti y ser “masculina” o “femenina” de acuerdo a las normas sociales y además puede ser heterosexual en su orientación.
Por supuesto, estos son términos y explicaciones generales. Es importante que cada persona, especialmente personas que ostentan posiciones de liderato en comunidades eclesiásticas, se mantengan informadas acerca de las diferencias entre estos términos para así poder ofrecer mejor apoyo pastoral a quienes se acercan a nuestras congregaciones.
Pero ahora movámonos a la relación que Dios tiene con las comunidades trans. Para poder hacer una mejor lectura de ésta relación es importante remitirnos a las primeras expresiones de Dios en las Sagradas Escrituras con respecto a la humanidad. Estas palabras las encontramos en Génesis 1.26-27: “Entonces dijo Dios: Hagamos al hombre [literalmente, “ser humano”] a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza; […] Y creó Dios al hombre [literalmente, “ser humano”] a su imagen, a imagen de Dios le creó; varón y hembra los creó.” Una lectura transgresiva de este pasaje nos lleva a la conclusión de que en los albores del milagro de creación, la Divinidad misma nos deja saber su naturaleza transgénero. Una Divinidad que no tenga rasgos de uno y otro sexo no sería capaz de crear a la persona a su imagen y semejanza.
Contrario a la antigua forma de leer este pasaje como un llamado al binomio “macho-hembra” que nos ha sido impuesta tradicionalmente, una lectura liberadora del texto revela mucho más. La humanidad no fue creada en binomios, sino en un continuo entre uno y otro extremo y es derecho de cada persona de establecer los parámetros en los cuales su ser interior se siente en completa comunión con la Divinidad creadora.
Moviéndonos aún más adelante, otro ejemplo de transgresión ocurre en el milagro de la encarnación. El evangelio de Juan 1.14a nos deja ver esta mayor transgresión de la Divinidad: “Y aquel Verbo fue hecho carne…” La encarnación de Dios en la persona de Jesús es indicativo de una transgresión de género que sobrepasa el entendimiento humano. Ya no estamos hablando de dejar los roles de género masculino para comportarnos de manera femenina. Ahora tenemos el ejemplo de una sustancia completamente diferente viniendo a habitar en forma humana. La transgresión de Dios en el milagro de la encarnación es pues indicativo de la apertura extravagante que tiene la Divinidad para con las comunidades trans.
Mientras sigamos manteniendo las puertas de nuestras comunidades de fe cerradas a las comunidades trans, estaremos previniendo a la Divinidad misma la oportunidad de manifestarse en medio nuestro. No es posible para la persona cristiana, en particular, proclamar a Dios en la persona de Jesús y al mismo tiempo cerrar nuestras vidas y nuestras puertas a las comunidades de trangéneros, transexuales y travestis. Es hora de hacer de nuestras comunidades unas de bienvenida extraordinaria a toda persona y punto.
-----------------------------------------------------------------------------------------------
* J. Manny Santiago, MDiv, es nacido en Puerto Rico, Bautista Americano de cuarta generación. Es escritor, pastor, profesor universitario, organizador comunitario, orador y teólogo. Actualmente el Rvdo. Santiago es pastor en la Iglesia Bautista Universitaria en Seattle, WA. Santiago es también conferencista a distancia del departamento de humanidades de la Universidad Interamericana en Ponce, Puerto Rico y trabaja a nivel nacional con la juventud de las Iglesias Bautistas Americanas.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario